top of page

Capitulo 14

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Jongin está frente a mí con una fusta de cuero trenzado. Solo lleva puestos unos Levi’s viejos, gastados y rotos. Golpea despacio la fusta contra la palma de su mano sin dejar de mirarme. Esboza una sonrisa triunfante. No puedo moverme. Estoy desnudo y atado con grilletes, despatarrado en una enorme cama de cuatro postes. Se acerca a mí y me desliza la punta de la fusta desde la frente hasta la nariz, de manera que percibo el olor del cuero, y luego sigue hasta mis labios entreabiertos, que jadean. Me mete la punta en la boca y siento el sabor intenso del cuero.

—Chupa —me ordena en voz baja.

Obedezco y cierro los labios alrededor de la punta.

—Basta —me dice bruscamente.

Vuelvo a jadear mientras me saca la fusta de la boca y me la desliza desde la barbilla hasta el final del cuello. Le da vueltas despacio y sigue arrastrando la punta de la fusta por mi cuerpo, por el esternón, entre el pecho y por el torso, hasta el ombligo. Jadeo, me retuerzo y tiro de los grilletes, que me destrozan las muñecas y los tobillos. Me rodea el ombligo con la punta de cuero y sigue deslizándola por mi vello púbico hasta mi glande. Sacude la fusta y me golpea con fuerza  el pene, y me corro gloriosamente gritando que me desate.

De pronto me despierto jadeando, bañado en sudor y sintiendo los espasmos posteriores al orgasmo. Dios mío. Estoy totalmente desorientado. ¿Qué demonios ha pasado? Estoy en mi cama solo. ¿Cómo? ¿Por qué? Me incorporo de un salto, conmocionado… wow. Es de día. Miro el despertador: las ocho. Me cubro la cara con las manos. No sabía que yo pudiera tener sueños sexuales. ¿Ha sido por algo que comí? Quizá las ostras y la investigación, que han acabado manifestándose en mi primer sueño erótico. Es desconcertante. No tenía ni idea de que pudiera correrme en sueños.

Tae se acerca a mí corriendo cuando entro tambaleándome en la cocina.

—Lu, ¿estás bien? Te veo raro. ¿Llevas puesta la americana de Jongin?

—Estoy bien.

Maldita sea. Debería haberme mirado en el espejo. Evito sus ojos, que me atraviesan. Todavía no me he recuperado del sueño.

—Sí, es la americana de Jongin.

Frunce el ceño.

—¿Has dormido?

—No muy bien.

Cojo la tetera. Necesito un té.

—¿Qué tal la cena?

Ya empieza…

—Comimos ostras. Y luego bacalao, así que diría que hubo bastante pescado.

—uff… Odio las ostras, pero no estoy preguntándote por la comida. ¿Qué tal con Jongin? ¿De qué hablasteis?

—Se mostró muy atento.

Me callo. ¿Qué puedo decirle? No tiene VIH, le interesa la interpretación, quiere que obedezca todas sus órdenes, hizo daño a un hombre al que colgó del techo de su cuarto de juegos y quería follarme en el comedor privado. ¿Sería un buen resumen? Intento desesperadamente recordar algo de mi cita con Jongin que pueda comentar con Tae.

—No le gusta Wanda.

—¿A quién le gusta, Lu? No es nada nuevo. ¿Por qué estás tan evasivo? Suéltalo, amigo mío.

—Tae, hablamos de un montón de cosas. Ya sabes… de lo quisquilloso que es con la comida. Por cierto, le gustó mucho tu traje.

La tetera ya está hirviendo, así que me preparo una taza.

—¿Te apetece un té? ¿Quieres leerme tu discurso de hoy?

—Sí, por favor. Anoche estuve preparándolo en el Becca’s. Voy a buscarlo. Y sí, me apetece mucho un té.

Tae sale corriendo de la cocina.

Uf, he conseguido darle esquinazo a Lee Taemin. Abro un panecillo y lo meto en la tostadora. Me ruborizo pensando en mi intenso sueño. ¿Qué demonios ha pasado?

Anoche me costó dormirme. Estuve dando vueltas a diversas opciones. Estoy muy confundido. La idea que tiene Jongin de una relación se parece mucho a una oferta de empleo, con sus horarios, la descripción del trabajo y un procedimiento de resolución de conflictos bastante riguroso. No imaginaba así mi primera historia de amor… pero, claro, a Jongin no le interesan las historias de amor. Si le dijera que quiero algo más, seguramente me diría que no… y me arriesgaría a perder lo que me ha ofrecido. Es lo que más me preocupa, porque no quiero perderlo. Pero no estoy seguro de tener estómago para ser su sumiso… En el fondo, lo que me tira para atrás son las varas y los látigos. Como soy débil físicamente, haría lo que fuera por evitar el dolor. Pienso en mi sueño… ¿Sería así? La diosa que llevo dentro da saltos con pompones de animadora gritándome que sí.

Tae vuelve a la cocina con su portátil. Me concentro en mi panecillo. Empieza a leer su dicurso, y yo lo escucho pacientemente.


Estoy vestido y listo cuando llega Teuk. Abro la puerta de la calle y lo veo en el porche con un traje que no le queda nada bien. Siento una cálida oleada de gratitud y de amor hacia este hombre sencillo y me lanzo a sus brazos, una muestra de cariño poco habitual en mí. Se queda desconcertado, perplejo.

—Hola, Lu, yo también me alegro de verte —murmura abrazándome.

Me aparta un poco, y con las manos en mis hombros me mira de arriba abajo con el ceño fruncido.

—¿Estás bien?

—Claro, papá. ¿No puedo alegrarme de ver a mi padre?

Sonríe arrugando las comisuras de sus ojos oscuros y me sigue hasta el comedor.

—Te vez muy guapo —me dice.

—El traje es de Taemin —le digo bajando la mirada hacia el Traje gris de seda.

Frunce el ceño.

—¿Dónde está Tae?

—Ha ido al campus. Va a pronunciar un discurso, así que tiene que estar allí antes.

—¿Vamos tirando?

—Papá, tenemos media hora. ¿Quieres un té? Cuéntame cómo está todo el mundo en Daejeon. ¿Cómo te ha ido el viaje?


Teuk  deja el coche en el aparcamiento del campus y seguimos a la multitud con birretes negros y rojos hasta el gimnasio.

—Suerte, Lu. Pareces muy nervioso. ¿Tienes que hacer algo?

Dios mío… ¿Por qué le ha dado hoy a Teuk por ser observador?

—No, papá. Es un gran día.

Y voy a ver a Kim Jongin.

—Sí, mi muchacho se ha graduado. Estoy orgulloso de ti, Lu.

—Gracias, papá.

Cuánto quiero a este hombre…

El gimnasio está lleno de gente. Teuk va a sentarse a las gradas con los demás padres y asistentes, y yo me dirijo a mi asiento. Llevo mi toga negra y mi birrete, y siento que me protegen, que me permiten ser anónimo. Todavía no hay nadie en el estrado, pero parece que no consigo calmarme. Me late el corazón a toda prisa y me cuesta respirar. Está por aquí, en algún sitio. Me pregunto si Tae está hablando con él, quizá interrogándolo. Me dirijo hacia mi asiento entre compañeros cuyos apellidos también empiezan por X. Estoy en la segunda fila, lo que me ofrece cierto anonimato. Miro hacia atrás y veo a Teuk en las gradas, arriba del todo. Lo saludo con un gesto. Me contesta agitando tímidamente la mano. Me siento y espero.

El auditorio no tarda en llenarse y el rumor de voces nerviosas aumenta progresivamente. La primera fila de asientos ya está ocupada. Yo estoy sentado entre dos chicas de otro departamento a las que no conozco. Es evidente que son muy amigas, y hablan muy nerviosas conmigo en medio.

A las once en punto aparece el rector desde detrás del estrado, seguido por los tres vicerrectores y los profesores, todos ataviados en negro y rojo. Nos levantamos y aplaudimos a nuestro personal docente. Algunos profesores asienten y saludan con la mano, y otros parecen aburridos. El profesor Bom, mi tutor y mi profesor preferido, tiene pinta de acabar de levantarse, como siempre. Al fondo del escenario están Tae y Jongin. Jongin  lleva un traje gris a medida, y a las luces del auditorio brillan en su pelo mechones cobrizos. Parece muy serio y autosuficiente. Al sentarse, se desabrocha la americana y veo su corbata. Oh, Dios… ¡esa corbata! Me froto las muñecas en un gesto reflejo. No puedo apartar los ojos de él. Sin duda se ha puesto esa corbata a propósito. Aprieto los labios. El público se sienta y cesan los aplausos.

—¡Mira a aquel tipo! —cuchichea entusiasmada una de las chicas sentadas a mi lado.

—¡Está buenísimo! —le contesta la otra.

Me pongo tenso. Estoy seguro de que no hablan del profesor Bom.

—Tiene que ser  Kim Jongin

—¿Está libre?

Se me ponen los pelos de punta.

—Creo que no —murmuro.

—Oh —exclaman las chicas mirándome sorprendidas.

—Creo que es gay —mascullo.

—Qué lástima —se lamenta una de las chicas.

Mientras el rector se levanta y da comienzo al acto con su discurso, veo que Jongin recorre disimuladamente la sala con la mirada. Me hundo en mi asiento y encojo los hombros para que no me vea. Fracaso estrepitosamente, porque un segundo después sus ojos encuentran los míos. Me mira con rostro impasible, totalmente inescrutable. Me remuevo incómodo en mi asiento, hipnotizado por su mirada, y me ruborizo ligeramente. De pronto recuerdo mi sueño de esta mañana y se me contraen los músculos del vientre. Respiro hondo. Sus labios esbozan una leve y efímera sonrisa. Cierra un instante los ojos y al abrirlos recupera su expresión indiferente. Lanza una rápida mirada al rector y luego fija la vista al frente, en el emblema de la universidad colgado en la entrada. No vuelve a dirigir sus ojos hacia mí. El rector continúa con su monótono discurso, y Jongin sigue sin mirarme. Mira fijamente hacia delante.

¿Por qué no me mira? ¿Habrá cambiado de idea? Me inunda una oleada de inquietud. Quizá el hecho de que me marchara anoche fue el final también para él. Se ha aburrido de esperar a que me decida. Oh, no, quizá lo he fastidiado todo. Recuerdo su e-mail de anoche. Quizá esté enfadado porque no le he contestado.

De pronto el joven Lee Taemin avanza por el estrado y la sala irrumpe en aplausos. El rector se sienta y Tae  se echa su bonita melena hacia atrás y coloca los  papeles en el atril. Se toma su tiempo y no se siente intimidado por el millar de personas que están mirándole. Cuando está listo, sonríe, levanta la mirada hacia la multitud fascinado y empieza su discurso con elocuencia. Está tranquilo y se muestra divertido. Las chicas sentadas a mi lado se ríen a carcajadas con su primera broma. Oh, Lee Taemin, tú si que sabes pronunciar un discurso. En esos momentos estoy tan orgulloso de el que mis dispersos pensamientos sobre Jongin quedan a un lado. Aunque ya he oído su discurso, lo escucho atentamente. Domina la sala y se mete al público en el bolsillo.

Su tema es «¿Qué esperar después de la facultad?». Sí, ¿qué esperar? Jongin mira a Tae alzando las cejas, creo que sorprendido. Podría haber ido a entrevistarlo Tae, y ahora podría estar haciéndole proposiciones indecentes a el. juntos. Y yo podría estar como las dos chicas sentadas a mi lado, admirándolo desde la distancia. Pero sé que Tae no le habría dado ni la hora. ¿Cómo lo llamó el otro día? Repulsivo. La idea de que Tae y Jongin se enfrenten me incomoda. Tengo que decir que no sé por quién de los dos apostaría.

Tae  termina su discurso con una floritura, y espontáneamente todo el mundo se levanta, lo aplaude y lo vitorea. Su primera ovación con el público en pie. Le sonrío y lo aclamo, y el me devuelve una sonrisa. Buen trabajo, Tae. Se sienta, el público también, y el rector se levanta y presenta a Jongin … Oh, Dios, Jongin va a dar un discurso. El rector hace un breve resumen de los logros de Jongin: presidente de su extraordinariamente próspera empresa, un hombre que ha llegado donde está por sus propios méritos…

—… y también un importante benefactor de nuestra universidad. Por favor, demos la bienvenida al señor Kim Jongin.

El rector estrecha la mano a Jongin, y la gente empieza a aplaudir. Se me hace un nudo en la garganta. Se acerca al atril y recorre la sala con la mirada. Parece tan seguro de sí mismo frente a nosotros como Tae hace un momento. Las dos chicas sentadas a mi lado se inclinan hacia delante embelesadas. De hecho, creo que la mayoría de las mujeres del público, y algunos hombres, se inclinan un poco en sus asientos. Jongin empieza a hablar en tono suave, mesurado y cautivador.

—Estoy profundamente agradecido y emocionado por el gran honor que me han concedido hoy las autoridades de la Universidad Estatal de Busan, honor que me ofrece la excepcional posibilidad de hablar del impresionante trabajo que lleva a cabo el departamento de ciencias medioambientales de la universidad. Nuestro propósito es desarrollar métodos de cultivo viables y ecológicamente sostenibles para países del tercer mundo. Nuestro objetivo último es ayudar a erradicar el hambre y la pobreza en el mundo. Más de mil millones de personas, principalmente en el África subsahariana, el sur de Asia y Latinoamérica, viven en la más absoluta miseria. El mal funcionamiento de la agricultura es generalizado en estas zonas, y el resultado es la destrucción ecológica y social. Sé lo que es pasar hambre. Para mí, se trata de una travesía muy personal…

Se me desencaja la mandíbula. ¿Qué? Jongin ha pasado hambre. Maldita sea. Bueno, eso explica muchas cosas. Y recuerdo la entrevista. De verdad quiere alimentar al mundo. Me devano los sesos desesperadamente intentando recordar el artículo de Tae. Fue adoptado a los cuatro años, creo. No me imagino que Taeyeon lo matara de hambre, así que debió de ser antes, cuando era muy pequeño. Trago saliva y se me encoge el corazón pensando en un niñito de ojos grises hambriento. Oh, no. ¿Qué vida tuvo antes de que los Kim lo adoptaran y lo rescataran?

Me invade una indignación salvaje. El filantrópico Jongin pobre, jodido y pervertido. Aunque estoy seguro de que él no se vería así a sí mismo y rechazaría todo sentimiento de lástima o piedad. De repente estalla un aplauso general y todo el mundo se levanta. Yo hago lo mismo, aunque no he escuchado la mitad de su discurso. Se dedica a esa gran labor, a dirigir una empresa enorme y al mismo tiempo a perseguirme. Resulta abrumador. Recuerdo los breves retazos de las conversaciones que le he oído sobre Darfur… Ahora encaja todo. Comida.

Sonríe brevemente ante el cálido aplauso —incluso Tae está aplaudiendo— y vuelve a su asiento. No mira en dirección a mí, y yo estoy desconcentrado intentando asimilar toda esta nueva información sobre él.

Un vicerrector se levanta y empieza el largo y tedioso proceso de entrega de títulos. Hay que repartir más de cuatrocientos, así que pasa más de una hora hasta que oigo mi nombre. Avanzo hacia el estrado entre las dos chicas, que se ríen tontamente. Jongin me lanza una mirada cálida, aunque comedida.

—Felicidades, joven Xiao  —me dice estrechándome la mano. Siento la descarga de su carne en la mía—. ¿Tienes problemas con el ordenador?

Frunzo el ceño mientras me entrega el título.

—No.

—Entonces, ¿no haces caso de mis e-mails?

—Solo vi el de las fusiones y adquisiciones.

Me mira con curiosidad.

—Luego —me dice.

Y tengo que avanzar, porque estoy obstruyendo la cola.

Vuelvo a mi asiento. ¿E-mails? Debe de haber mandado otro. ¿Qué decía?

La ceremonia concluye una hora después. Es interminable. Al final, el rector conduce a los miembros del cuerpo docente fuera del estrado, precedidos por Jongin y Tae, y todo el mundo vuelve a aplaudir calurosamente. Jongin no me mira, aunque me gustaría que lo hiciera. La diosa que llevo dentro no está nada contenta.

Mientras espero de pie para poder salir de nuestra fila de asientos, Tae me llama. Se acerca hacia mí desde detrás del estrado.

—Jongin quiere hablar contigo —me grita.

Las dos chicas, que ahora están de pie a mi lado, se giran y me miran.

—Me ha mandado a que te lo diga —sigue diciendo.

Oh…

—Tu discurso ha sido genial, Tae.

—Sí, ¿verdad? —Sonríe—. ¿Vienes? Puede ser muy insistente.

Pone los ojos en blanco y me río.

—Ni te lo imaginas. Pero no puedo dejar a Teuk solo mucho rato.

Levanto la mirada hacia Teuk y le indico abriendo la palma que me espere cinco minutos. Asiente, me hace un gesto con la mano y sigo a Tae hasta el pasillo de detrás del estrado. Jongin está hablando con el rector y con dos profesores. Levanta los ojos al verme.

—Discúlpenme, señores —le oigo murmurar.

Viene hacia mí y sonríe brevemente a Tae.

—Gracias —le dice.

Y antes de que Tae pueda responder, me coge del brazo y me lleva hacia lo que parece un vestuario de hombres. Comprueba que está vacío y cierra la puerta con pestillo.

Maldita sea, ¿qué se propone? Parpadeo cuando se gira hacia mí.

—¿Por qué no me has mandado un e-mail? ¿O un mensaje al móvil?

Me mira furioso. Yo estoy desconcertado.

—Hoy no he mirado ni el ordenador ni el teléfono.

Mierda, ¿ha estado llamándome? Pruebo con la técnica de distracción tan bien me funciona con Tae.

—Tu discurso ha estado muy bien.

—Gracias.

—Ahora entiendo tus problemas con la comida.

Se pasa una mano por el pelo, muy nervioso.

—Luhan, no quiero hablar de eso ahora. —Cierra los ojos y parece afligido—. Estaba preocupado por ti.

—¿Preocupado? ¿Por qué?

—Porque volviste a casa en esa trampa mortal a la que tú llamas coche.

—¿Qué? No es ninguna trampa mortal. Está perfectamente. Sehun suele hacerle la revisión.

—¿Sehun, el fotógrafo?

Jongin arruga la frente y se le hiela la expresión. Mierda.

—Sí, el Escarabajo era de su madre.

—Sí, y seguramente también de su abuela y de su bisabuela. No es un coche seguro.

—Lo tengo desde hace más de tres años. Siento que te hayas preocupado. ¿Por qué no me has llamado?

Está exagerando demasiado.

Respira hondo.

—Luhan, necesito una respuesta. La espera está volviéndome loco.

—Jongin… Mira, he dejado a mi padrastro solo.

—Mañana. Quiero una respuesta mañana.

—De acuerdo, mañana. Ya te diré algo.

Retrocede y me mira más calmado, con los hombros relajados.

—¿Te quedas a tomar algo? —me pregunta.

—No sé lo que quiere hacer Teuk.

—¿Tu padrastro? Me gustaría conocerlo.

Oh, no… ¿por qué?

—Creo que no es buena idea.

Jongin abre el pestillo de la puerta muy serio.

—¿Te avergüenzas de mí?

—¡No! —Ahora me toca a mí desesperarme—. ¿Y cómo te presento a mi padre? ¿«Este es el hombre que me ha desvirgado y que quiere mantener conmigo una relación sadomasoquista»? No llevas puestas las zapatillas de deporte.

Jongin me mira y sus labios esbozan una sonrisa. Y aunque estoy enfadado con él, involuntariamente mi cara se la devuelve.

—Para que lo sepas, corro muy deprisa. Dile que soy un amigo, Jongin.

Abre la puerta y sale. La cabeza me da vueltas. El rector, los tres vicerrectores, cuatro profesores y Tae se me quedan mirando cuando paso a toda prisa por delante de ellos. Mierda. Dejo a Jongin con los profesores y voy a buscar a Teuk.

«Dile que soy un amigo.»

Amigo con derecho a roce, me dice mi subconsciente con mala cara. Lo sé, lo sé. Me quito de encima el desagradable pensamiento. ¿Cómo voy a presentárselo a Teuk? La sala sigue todavía medio llena, y Teuk no se ha movido de su sitio. Me ve, me hace un gesto con la mano y empieza a bajar.

—Luhani, felicidades —me dice pasándome el brazo por los hombros.

—¿Te apetece venir a tomar algo al entoldado?

—Claro. Hoy es tu día. Vamos.

—No tenemos que ir si no quieres.

Por favor, di que no…

—Luhani, he estado dos horas y media sentado, escuchando todo tipo de parloteos. Necesito una copa.

Le cojo del brazo y avanzamos entre la multitud a través de la cálida tarde. Pasamos junto a la cola del fotógrafo oficial.

—Ah, lo olvidaba… —Teuk se saca una cámara digital del bolsillo—. Una foto para el álbum, Luhani.

Pongo los ojos en blanco mientras me saca una foto.

—¿Puedo quitarme ya la toga y el birrete? Me siento medio tonto.

Eres medio tonto… Mi subconsciente está de lo más sarcástico. Así que vas a presentar a Teuk al hombre con el que follas… Estará muy orgulloso. Mi subconsciente me observa por encima de sus gafas de media luna. A veces la odio.

El entoldado es inmenso y está lleno de gente: alumnos, padres, profesores y amigos, todos charlando alegremente. Teuk me pasa una copa de champán, o de vino espumoso barato, me temo. No está frío y es dulzón. Pienso en Jongin… No va a gustarle.

—¡Lu!

Al girarme, Lee Onew me coge de improviso entre sus brazos. Me levanta y me da vueltas en el aire sin que se me derrame el vino. Toda una proeza.

—¡Felicidades! —exclama sonriéndome, con sus ojos verdes brillantes.

Qué sorpresa. Su pelo rubio está alborotado y sexy. Es tan guapo como Tae. El parecido es asombroso.

—¡wow, Onew! Qué alegría verte. Papá, este es Onew, el hermano de Tae. Onew, te presento a mi padre, Xiao Teuk.

Se dan la mano. Mi padre evalúa fríamente al señor Lee.

—¿Cuándo has llegado de Europa? —le pregunto.

—Hace una semana, pero quería darle una sorpresa a mi hermanito —me dice en tono de complicidad.

—Qué detalle —le digo sonriendo.

—Era el que iba a pronunciar el discurso de graduación. No podía perdérmelo.

Parece inmensamente orgulloso de su hermano.

—Su discurso ha sido genial.

—Es verdad —confirma Teuk.

Onew me tiene cogido por la cintura cuando levanto la mirada y me encuentro con los gélidos ojos grises de Kim Jongin. Tae está a su lado.

—Hola, Teuk. —Tae besa en las mejillas a mi padre, que se ruboriza—. ¿Conoces al novio de Lu? Kim Jongin.

Maldita sea… ¡Tae! ¡Mierda! Me arden las mejillas.

—Señor Xiao, encantado de conocerlo —dice Jongin tranquilamente, con calidez, sin que le haya alterado la presentación de Tae.

Tiende la mano a Teuk, que se la estrecha sin dar la menor muestra de sorprenderse por lo que acaba de enterarse.

Muchas gracias, Lee Taemin , pienso echando chispas. Creo que mi subconsciente se ha desmayado.

—Señor Kim —murmura Teuk.

Su expresión es indescifrable. Solo abre un poco sus grandes ojos castaños, que se giran hacia mí como preguntándome cuándo pensaba darle la noticia. Me muerdo el labio.

—Y este es mi hermano, Lee jin ki  pero onew para los mas cercanos  —dice Tae a Jongin.

Este dirige su gélida mirada a Onew, que sigue cogiéndome por la cintura.

—señor Lee.

Se saludan. Jongin me tiende la mano.

—Lu, cariño —murmura.

Casi me muero al oírlo.

Me aparto de Onew, al que Jongin dedica una sonrisa glacial, y me coloco a su lado. Tae me sonríe. El muy maldito sabe perfectamente lo que está haciendo.

—Onew, mamá y papá quieren hablar con nosotros —dice Tae llevándose a su hermano.

—¿Desde cuándo os conocéis, chicos? —pregunta Teuk mirando impasible primero a Jongin y luego a mí.

He perdido la capacidad de hablar. Quiero que me trague la tierra. Jongin me roza la parte del cuello desnudo con el pulgar y luego deja la mano apoyada en mi hombro.

—Unas dos semanas —dice en tono tranquilo—. Nos conocimos cuando Luhan vino a entrevistarme para la revista de la facultad.

—No sabía que trabajabas para la revista de la facultad, Lu.

El tono de Teuk es de ligero reproche. Es evidente que está molesto. Mierda.

—Tae estaba enfermo —murmuro.

No logro decir nada más.

—Su discurso ha estado muy bien, señor Kim.

—Gracias. Tengo entendido que es usted un entusiasta de la pesca.

Teuk alza las cejas y esboza una sonrisa poco habitual, auténtica. Y de pronto se ponen a hablar de pesca. De hecho, enseguida siento que sobro. Se ha metido a mi padre en el bolsillo… Como hizo contigo, me reprocha mi subconsciente. Su poder no tiene límites. Me disculpo y voy a buscar a Tae.

Tae está hablando con sus padres, que están encantados de verme, como siempre, y me saludan cariñosamente. Intercambiamos varias frases de cortesía, sobre todo acerca de sus próximas vacaciones a Hawai y nuestro traslado.

—Tae, ¿cómo has podido soltar eso delante de Teuk? —le pregunto entre dientes en la primera ocasión en que nadie puede oírnos.

—Porque sabía que tú no lo harías, y quiero echar una mano con los problemas de compromiso de Jongin —me contesta sonriendo dulcemente.

Frunzo el ceño. ¡Soy yo él que no va a comprometerse con él, estúpido!

—Y el tío se ha quedado tan tranquilo, Lu. No te preocupes. Míralo… Jongin no aparta la mirada de ti.

Me giro y veo que Teuk y Jongin están mirándome.

—No te ha quitado los ojos de encima.

—Será mejor que vaya a rescatar a Teuk, o a Jongin. No sé a cuál de los dos. Esto no va a quedar así, Lee Taemin.

—Lu, te he hecho un favor —me dice cuando ya me he dado la vuelta.

—Hola —les saludo a los dos con una sonrisa.

Parece que todo va bien. Jongin está sonriendo por alguna broma entre ellos, y mi padre parece increíblemente relajado, teniendo en cuenta que se trata de socializar. ¿De qué han hablado, aparte de pesca?

—Lu, ¿dónde está el cuarto de baño? —me pregunta Teuk.

—Al fondo a la izquierda.

—Vuelvo enseguida. Divertíos, chicos.

Teuk se aleja. Miro nervioso a Jongin. Nos quedamos un momento quietos mientras un fotógrafo nos hace una foto.

—Gracias, señor Kim.

El fotógrafo se escabulle a toda prisa. El flash me ha dejado parpadeando.

—Así que también has cautivado a mi padre…

—¿También?

Le arden los ojos y alza una ceja interrogante. Me ruborizo. Levanta una mano y desliza los dedos por mi mejilla.

—Ojalá supiera lo que estás pensando, Luhan —susurra en tono turbador.

Me coloca la mano en la barbilla y me levanta la cara. Nos miramos fijamente a los ojos.

Se me dispara el corazón. ¿Cómo puede tener este efecto sobre mí, incluso en este entoldado lleno de gente?

—Ahora mismo estoy pensando: Bonita corbata —le digo.

Se ríe.

—Últimamente es mi favorita.

Me arden las mejillas.

—Estás muy guapo, Luhan. Este traje te sienta muy bien. Me apetece acariciarte la espalda y sentir tu hermosa piel.

De pronto es como si estuviéramos solos. Solos él y yo. Se me altera todo el cuerpo, me hormiguean todas las terminaciones nerviosas, y la electricidad que se crea entre nosotros me empuja hacia él.

—Sabes que irá bien, ¿verdad, lu? —me susurra.

Cierro los ojos y me derrito por dentro.

—Pero quiero más —le contesto en voz baja.

—¿Más?

Me mira desconcertado y sus ojos se vuelven impenetrables. Asiento y trago saliva. Ahora ya lo sabe.

—Más —repite en voz baja, como si estuviera sopesando la palabra, una palabra corta y sencilla, pero demasiado cargada de promesas. Me pasa el pulgar por el labio inferior—. Quieres flores y corazones.

Vuelvo a asentir. Pestañea y observo en sus ojos su lucha interna.

—Luhan —me dice en tono dulce—, no sé mucho de ese tema.

—Yo tampoco.

Sonríe ligeramente.

—Tú no sabes mucho de nada —murmura.

—Tú sabes todo lo malo.

—¿Lo malo? Para mí no lo es —me contesta moviendo la cabeza, y parece sincero—. Pruébalo —me susurra.

Me desafía. Ladea la cabeza y esboza su deslumbrante sonrisa de medio lado.

Respiro hondo. Soy Adan en el Edén, y él es la tentación. No puedo resistirme.

—De acuerdo —susurro.

—¿Qué?

Me observa muy atento. Trago saliva.

—De acuerdo. Lo intentaré.

—¿Estás de acuerdo?

Es evidente que no termina de creérselo.

—Dentro de los límites tolerables, sí. Lo intentaré.

Hablo en voz muy baja. Jongin cierra los ojos y me abraza.

—Lu, eres imprevisible. Me dejas sin aliento.

Da un paso atrás y de pronto Teuk ya está de vuelta. El ruido en el interior del entoldado aumenta progresivamente y me invade los oídos. No estamos solos. Dios mío, acabo de aceptar ser su sumiso. Jongin sonríe a Teuk con la alegría danzando en sus ojos.

—Luhani, ¿vamos a comer algo?

—Vamos.

Guiño un ojo a Teuk intentando recuperar la serenidad. ¿Qué has hecho?, me grita mi subconsciente. La diosa que llevo dentro da volteretas dignas de una gimnasta olímpica rusa.

—Jongin, ¿quieres venir con nosotros? —le pregunta Teuk.

¡Jongin! Lo miro suplicándole que no venga. Necesito espacio para pensar… ¿Qué demonios he hecho?

—Gracias, señor Xiao, pero tengo planes. Encantado de conocerlo.

—Lo mismo digo —le contesta Teuk—. Cuídame a mi niño.

—Esa es mi intención.

Se estrechan la mano. Estoy mareado. Teuk no tiene ni idea de cómo va a cuidarme Jongin. Este me coge de la mano, se la lleva a los labios y me besa los nudillos con ternura sin apartar sus abrasadores ojos de los míos.

—Nos vemos luego, joven Xiao —me dice en un tono lleno de promesas.

Se me encoge el estómago al pensarlo. ¿Podré esperar?

Teuk me coge del brazo y nos dirigimos a la salida del entoldado.

—Parece un chico muy formal. Y adinerado. No lo has hecho tan mal, Luhani. Aunque no entiendo por qué he tenido que enterarme por Taemin… —me reprende.

Me encojo de hombros a modo de disculpa.

—Bueno —dice—, cualquier hombre al que le guste pescar a mí me parece bien.

Vaya, a Teuk le parece bien. Si él supiera…


Al anochecer Teuk me lleva a casa.

—Llama a tu madre —me dice.

—Lo haré. Gracias por venir, papá.

—No me lo habría perdido por nada del mundo, Luhani. Estoy muy orgulloso de ti.

Oh, no. No voy a emocionarme ahora… Se me hace un nudo en la garganta y lo abrazo muy fuerte. Me rodea con sus brazos, perplejo, y entonces no puedo evitarlo. Se me saltan las lágrimas.

—Hey, Luhani, cariño —me dice Teuk—. Ha sido un gran día, ¿verdad? ¿Quieres que entre y te prepare un té?

Aunque tengo los ojos llenos de lágrimas, me río. Para Teuk, el té siempre es la solución. Recuerdo a mi madre quejándose de él, diciendo que cuando se trataba de consolar a alguien con un té, el té siempre se le daba muy bien, pero el consuelo no tanto.

—No, papá, estoy bien. Me he alegrado mucho de verte. En cuanto me instale en Seul, iré a verte.

—Suerte con las entrevistas. Ya me contarás cómo te van.

—Claro, papá.

—Te quiero, Luhani.

—Yo también te quiero, papá.

Me sonríe con ojos cálidos y brillantes, y se mete en el coche. Le digo adiós con la mano mientras se adentra en la oscuridad, y luego entro lánguidamente en casa.

Lo primero que hago es mirar el móvil. No tiene batería, así que tengo que ir a buscar el cargador y enchufarlo antes de ver los mensajes. Cuatro llamadas perdidas, dos mensajes en el contestador y dos mensajes de texto. Tres llamadas perdidas de Jongin… sin mensajes en el contestador. Una llamada perdida de Sehun, y su voz deseándome lo mejor en la ceremonia de graduación.

Abro los mensajes de texto.


*Has llegado bien?*

 

*Llamame*

 


Los dos son de Jongin. ¿Por qué no me llamó a casa? Voy a mi habitación y enciendo el cacharro infernal.



   De: Kim Jongin Fecha: 25 de Marzo de 2014 23:58Para: Xiao Luhan Asunto: Esta noche
Espero que hayas llegado bien a casa en ese coche tuyo. Dime si estás bien.
Kim Jongin Presidente de Kim Enterprises Holdings, Inc.


Dios… ¿Por qué le preocupa tanto mi Escarabajo? Me ha servido lealmente durante tres años, y Sehun siempre me ha ayudado a ponerlo a punto. El siguiente e-mail de Jongin es de hoy.



   De: Kim Jongin Fecha: 26 de Marzo de 2014 17:22Para: Xiao Luhan Asunto: Límites tolerables
¿Qué puedo decir que no haya dicho ya? Encantado de comentarlo contigo cuando quieras. Hoy estabas muy guapo.
Kim Jongin Presidente de Kim Enterprises Holdings, Inc.

 

Quiero verlo, así que pulso «Responder».



   De: Xiao Luhan Fecha: 26 de Marzo del 2014 19:23Para: Kim Jongin Asunto: Límites tolerables
Si quieres, puedo ir a verte esta noche y lo comentamos.
Lu

   De: Kim Jongin Fecha: 26 de Marzo del 2014 19:27Para: Xiao Luhan Asunto: Límites tolerables
Voy yo a tu casa. Cuando te dije que no me gustaba que llevaras ese coche, lo decía en serio.Nos vemos enseguida.

 

Kim Jongin Presidente de Kim Enterprises Holdings, Inc.
 

Maldita sea… Viene hacia aquí. Tengo que prepararle una cosa. Las primeras ediciones de los libros de Thomas Hardy siguen en las estanterías del comedor. No puedo aceptarlas. Envuelvo los libros en papel de embalar y escribo una cita de Tess:


Acepto las condiciones, Angel, porque tú sabes mejor cuál tiene que ser mi castigo. Lo único que te pido es… que no sea más duro de lo que pueda soportar.

Ir al cap. siguiente

Ir al cap. anterior

bottom of page