top of page

Cap 13

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aterrizamos suavemente en el Aeropuerto Internacional de Kansai a las 12.25, hora local. Max detiene el avión un poco apartado de la terminal principal y por las ventanillas veo un monovolumen Volkswagen grande esperándonos.

—Muy buen aterrizaje. —Jongin sonríe y le estrecha la mano a Max mientras los demás nos preparamos para salir del jet.

—Todo tiene que ver con la altitud de densidad, señor —le explica Max sonriéndole también—. Mi compañera Kang es muy buena con las matemáticas. Jongin le sonríe a la primera oficial de Max.

—Has dado en el clavo, Kang. Un aterrizaje muy suave.

—Gracias, señor. —Ella sonríe orgullosa.

—Disfruten del fin de semana, señores Kim. Les veremos mañana. —Max se aparta para que podamos desembarcar y Jongin me coge la mano y me ayuda a bajar por la escalerilla del avión hasta donde ya está Sungmin esperándonos junto al vehículo.

—¿Un monovolumen? —le pregunta Jongin sorprendido cuando Sungmin desliza la puerta para abrirla.

Sungmin le mira con una sonrisa tensa y arrepentida y se encoge un poco de hombros.

—Cosas del último minuto, lo sé —se responde a sí mismo Jongin, conforme.

Sungmin vuelve al avión para sacar nuestro equipaje.

—¿Quieres que nos metamos mano en la parte de atrás del monovolumen? —me pregunta Jongin con un brillo travieso en los ojos.

Suelto una risita. ¿Quién es este hombre y qué ha hecho con el señor No Puedo Estar Más Furioso de los últimos dos días?

—Vamos, pareja. Adentro —dice Minam desde detrás de nosotros. Se nota que está impaciente. Subimos, nos dirigimos como podemos al asiento doble de la parte de atrás y nos sentamos. Me acurruco contra Jongin y él me rodea con el brazo y lo apoya en el respaldo del asiento detrás de mí.

—¿Cómodo? —me pregunta mientras Onew y Minam se sientan delante.

—Sí —le digo con una sonrisa y él me da un beso en la frente. Por alguna razón que no logro entender, me siento tímido con él hoy. ¿Por qué será? ¿Por lo de anoche? ¿Porque estamos con más gente? No consigo comprenderlo.

Minho y Tae llegan los últimos, cuando Sungmin ya ha abierto el maletero para cargar las maletas. Cinco minutos después ya estamos en camino.

Miro por la ventanilla. Los árboles todavía están verdes, pero se nota que el otoño se acerca porque aquí y allá las puntas de las hojas han empezado a adquirir un tono dorado. El cielo es azul claro y cristalino, aunque se ven nubes oscuras que se acercan por el oeste. En la distancia y rodeándonos se ven la Montaña Kongō-zan, con sus picos más altos justo delante de nosotros. Las montañas están frondosas y verdes y las cumbres cubiertas de nieve; parece un paisaje montañoso sacado de un dibujo infantil.

Estamos en lo que en invierno es el patio de recreo de los ricos y famosos. Y yo tengo una casa aquí. Casi no me lo puedo creer. Y de repente resurge en lo más profundo de mi mente esa incomodidad familiar que aparece siempre que intento acostumbrarme a lo rico que es Jongin y que me provoca dudas y me hace sentir culpable. ¿Qué he hecho yo para merecer este estilo de vida? Yo no he hecho nada, aparte de enamorarme.

—¿Has estado alguna vez en Osaka, Lu? —me pregunta Onew girándose, y eso interrumpe mis pensamientos.

—No, es la primera vez. ¿Y tú?

—Tae y yo veníamos a menudo cuando éramos adolescentes. A papá le gusta mucho esquiar, pero a mamá no tanto.

—Yo espero que mi marido me enseñe a esquiar —digo mirándole.

—No pongas muchas esperanzas en ello —dice Jongin entre dientes.

—¡No soy tan patoso!

—Podrías caerte y partirte el cuello. —Su sonrisa ha desaparecido.

Oh. No quiero discutir ni estropearle el buen humor, así que cambio de tema.

—¿Desde cuándo tienes esta casa?

—Desde hace unos dos años. Y ahora es suya también, joven Kim —me dice en voz baja.

—Lo sé —le respondo. Pero no estoy muy convencido de mis palabras. Me acerco y le doy un beso en la mandíbula y me recuesto a su lado escuchándole reírse y bromear con Onew y con Minho. Minam participa en la conversación a veces, pero Tae está muy callado y me pregunto si estará rumiando la información sobre Julien Kang o si será por alguna otra cosa. Entonces lo recuerdo. Osaka… La casa de Jongin la rediseñó Hyuna y la reconstruyó Minho. Me pregunto si eso será lo que tiene a Tae preocupado. No puedo preguntarle delante de Minho, dada su historia con Hyuna. Pero ¿conocerá Tae la relación de Hyuna con esta casa? Frunzo el ceño, todavía sin saber qué le pasa, y decido que ya lo averiguaré cuando estemos solos.

Cruzamos el centro de Osaka y mi humor mejora cuando veo la ciudad. Los edificios son bajos y casi todos son de ladrillo rojo, como casitas de estilo suizo, y hay muchas casas de principios del siglo XX pintadas de colores alegres. También se ven muchos bancos y tiendas de diseñadores, lo que da una idea del poder adquisitivo de la gente que vive allí. Jongin encaja perfectamente en este ambiente.

—¿Y por qué Osaka? —le pregunto.

—¿Qué? —me mira extrañado.

—¿Por qué decidiste comprar una casa aquí?

—Mi madre y mi padre nos traían aquí cuando éramos pequeños. Aprendí a esquiar aquí y me gustaba.—Espero que también te guste a ti… Si no te gusta, vendemos la casa y compramos otra en otro sitio.

¡Tan fácil como eso!

Me coloca un mechón de pelo suelto detrás de la oreja.

—Estás precioso hoy —me susurra.

Me sonrojo. Solo llevo ropa típica de viaje: vaqueros y una camiseta con una chaqueta cómoda azul marino. Demonios… ¿por qué me hace sentir tímido?

Me da un beso, uno tierno, dulce y con mucho amor.

Sungmin sigue conduciendo hasta salir de la ciudad y después asciende por el otro lado del valle, por una carretera de montaña llena de curvas. Cuanto más subimos, más entusiasmado estoy. Pero noto que Jongin se pone tenso a mi lado.

—¿Qué te pasa? —le pregunto al girar una curva.

—Espero que te guste —me confiesa—. Ya hemos llegado.

Sungmin reduce la velocidad y cruza una puerta hecha de piedras grises, beis y rojas. Sigue por el camino de entrada y al final aparca delante de una casa impresionante. Tiene la fachada simétrica con tejados puntiagudos y está construida con madera oscura y esas piedras mezcladas que he visto en la entrada. Es espectacular: moderna y sobria, muy del estilo de Jongin.

—Hogar, dulce hogar —me dice Jongin mientras nuestros invitados empiezan a salir del coche.

—Es bonita.

—Ven a verla —me dice con un brillo a la vez entusiasmado y nervioso en los ojos, como si estuviera a punto de enseñarme su proyecto de ciencia o algo así.

Minam sube corriendo los escalones hasta donde está de pie una mujer en el umbral. Es diminuta y su pelo negro azabache está entreverado de canas. Minam le rodea el cuello con los brazos y la abraza con fuerza.

—¿Quién es? —le pregunto a Jongin mientras me ayuda a salir del monovolumen.

—La señora Min sun. Vive aquí con su marido. Ellos cuidan la casa.

Madre mía, ¿más personal?

Minam está haciendo las presentaciones, primero Onew y después Tae. Minho también abraza a la señora Min sun. Dejamos a Sungmin descargando las maletas y Jongin me da la mano y me lleva hasta la puerta principal.

—Bienvenido a casa, señor Kim —le saluda la señora Min sun sonriendo.

—Min sun, este es mi esposo, Luhan —me presenta Jongin lleno de orgullo. Pronuncia mi nombre como una caricia, haciendo que casi se me pare el corazón.

—joven Kim. —La señora Min sun me saluda respetuosamente con la cabeza. Le tiendo la mano y ella me la estrecha. No me sorprende que sea mucho más formal con Jongin que con el resto de la familia—.

Espero que hayan tenido un buen vuelo. Se espera que el tiempo sea bueno todo el fin de semana, aunque no hay nada seguro —dice mirando las nubes grises cada vez más oscuras que hay detrás de nosotros—. La comida está lista y puedo servirla cuando ustedes quieran. —Vuelve a sonreír y sus ojos oscuros brillan.

Me cae bien inmediatamente.

—Ven aquí. —Jongin me coge en brazos.

—Pero ¿qué haces? —chillo.

—Cruzar otro umbral con usted en brazos, joven Kim.

Sonrío mientras me lleva en brazos hasta el amplio vestíbulo. Entonces me da un beso breve y me baja con cuidado al suelo de madera. La decoración interior es muy sobria y me recuerda al salón del ático del Escala: paredes blancas, madera oscura y arte abstracto contemporáneo. El vestíbulo da paso a una gran zona de estar con tres sofás de piel de color hueso alrededor de una chimenea de piedra que preside la habitación. La única nota de color la aportan unos cojines mullidos que hay desparramados por los sofás. Minam le coge la mano a Onew y tira de él hacia el interior de la casa. Jongin mira con los ojos entornados a las dos figuras y frunce los labios. Niega con la cabeza y se vuelve hacia mí. Tae deja escapar un silbido.

—Bonito sitio.

Miro a mi alrededor y veo a Minho ayudando a Sungmin con el equipaje. Vuelvo a preguntarme si Tae sabrá que Hyuna ha colaborado en la reforma de este sitio.

—¿Quieres una visita guiada? —me pregunta Jongin. Lo que fuera que estuviera pensando acerca de Minam y de Onew ya no está; ahora irradia entusiasmo, ¿o será ansiedad? Es difícil saberlo.

—Claro. —Otra vez me quedo impresionado por lo rico que es. ¿Cuánto le habrá costado esta casa? Y yo no he contribuido con nada. Brevemente me veo transportado a la primera vez que me llevó al Escala. Me quedé alucinado. Ya te acostumbrarás, me recuerda mi subconsciente. Jongin frunce el ceño pero me coge la mano y me va enseñando las habitaciones. La cocina modernísima tiene las encimeras de mármol de color claro y los armarios negros. Hay una bodega de vinos increíble y una enorme sala abajo con una gran tele de plasma, sofás comodísimos… y mesas de billar. Las observo boquiabierto y me ruborizo cuando Jongin me mira.

—¿Te apetece echar una partida? —me pregunta con un brillo malicioso en los ojos. Niego con la cabeza y él vuelve a fruncir el ceño. Me coge la mano otra vez y me lleva hasta el primer piso. Arriba hay cuatro dormitorios, cada uno con su baño incorporado.

La suite principal es algo increíble. La cama es gigantesca, más grande que la que tenemos en casa, y está frente a un mirador desde el que se ve todo Osaka y a lo lejos las frondosas montañas.

—Esa es la Ikoma-yama… o Osaka Mountain, si te gusta más —dice Jongin mirándome cauteloso. Está de pie en el umbral con los pulgares enganchados en las trabillas para el cinturón de sus vaqueros negros.

Yo asiento.

—Estás muy callado —murmura.

—Es precioso, Jongin. —De repente solo quiero volver al ático del Escala.

En solo cinco pasos está justo delante de mí, me agarra la barbilla y con el pulgar me libera el labio inferior que me estaba mordiendo.

—¿Qué te ocurre? —me pregunta sin dejar de mirarme a los ojos, examinándolos.

—Tienes mucho dinero.

—Sí.

—A veces me sorprende darme cuenta de lo rico que eres.

—Que somos.

—Que somos —repito de forma automática.

—No te agobies por esto, Lu, por favor. No es más que una casa.

—¿Y qué ha hecho Hyuna aquí, exactamente?

—¿Hyuna? —Arquea ambas cejas sorprendido.

—Sí, ¿no fue ella quien remodeló esta casa?

—Sí. Diseñó el salón del sótano. Minho se ocupó de la construcción. —Se pasa la mano por el pelo y me mira con el ceño fruncido—. ¿Por qué estamos hablando de Hyuna?

—¿Sabías que Hyuna tuvo un lío con Minho?

Jongin me mira durante un segundo con una expresión impenetrable.

—Minho se ha follado a más de medio Seul, Lu.

Me quedo boquiabierto.

—Sobre todo mujeres, por lo que yo sé —bromea Jongin. Creo que le divierte ver la cara que se me ha quedado.

—¡No…!

Jongin asiente.

—Eso no es asunto mío —dice levantando las manos.

—No creo que Tae lo sepa.

—Supongo que Minho no va por ahí divulgando esa información. Aunque Tae tampoco es ningun inocente…

Me quedo alucinado. ¿El Minho dulce, sencillo, castaño y con ojos azules? Le miro con incredulidad. Jongin ladea a cabeza y me examina.

—Pero lo que te pasa no tiene que ver con la promiscuidad de Minho o de Hyuna.

—Lo sé. Lo siento. Después de todo lo que ha pasado esta semana, es que… —Me encojo de hombros y me siento de nuevo al borde de las lágrimas.

Jongin baja los hombros, aliviado. Me rodea con los brazos y me estrecha con fuerza, a la vez que entierra la nariz en mi pelo.

—Lo sé. Yo también lo siento. Vamos a relajarnos y a pasárnoslo bien, ¿vale? Aquí puedes leer, ver alguna mierda en la televisión, ir de compras, hacer una excursión… pescar incluso. Lo que tú quieras. Y olvida lo que te he dicho de Minho. Ha sido una indiscreción por mi parte.

—Eso explica por qué siempre está bromeando contigo sobre eso —dijo acariciándole el pecho con la nariz.

—Él no sabe nada de mi pasado. Ya te lo he dicho, mi familia creía que era casto. Célibe, pero no me imaginaban gay.

Suelto una risita y empiezo a relajarme en sus brazos.

—Yo también creía que eras célibe. Qué equivocado estaba. —Le abrazo y pienso lo ridículo que es pensar que Jongin podría ser casto.

—joven Kim, ¿se está riendo de mí?

—Un poco —reconozco—. Lo que no entiendo es por qué tienes este sitio.

—¿Qué quieres decir? —pregunta dándome un beso en el pelo.

—Tienes el barco, eso lo entiendo, y el piso en Nueva York por cosas de negocios, pero ¿por qué esta casa? Hasta ahora no tenías a nadie con quien compartirla.

Jongin se queda quieto y en silencio unos segundos.

—Te estaba esperando a ti —dice en voz baja con los ojos grises y luminosos.

—Que… Que bonito lo que acabas de decirme.

—Es cierto. Aunque cuando la compré no lo sabía. —Sonríe con timidez.

—Me alegro de que esperaras.

—Ha merecido la pena esperar por usted, joven Kim. —Me levanta la barbilla, se inclina y me da un beso tierno.

—Y por ti también. —Sonrío—. Pero me siento como si hubiera hecho trampas porque yo no he tenido que esperar mucho para encontrarte.

Sonríe.

—¿Tan buen partido soy?

—Jongin, tú eres como el gordo de la lotería, la cura para el cáncer y los tres deseos de la lámpara de Aladino, todo al mismo tiempo.

Levanta una ceja, incrédulo.

—¿Cuándo te vas a dar cuenta de eso? —le regaño—. Eras un soltero muy deseado. Y no lo digo por todo esto. —Agito la mano señalando todo el lujo que nos rodea—. Yo hablo de esto. —Y coloco la mano sobre su corazón y sus ojos se abren mucho. Ha desaparecido mi marido confiado y sexy y ahora tengo delante al niño perdido—. Créeme, Jongin, por favor —le susurro y le agarro la cara con las dos manos para acercar sus labios a los míos. Gime y no sé si es porque estaba escuchando lo que le he dicho o es su respuesta primitiva habitual. Profundizo el beso moviendo los labios sobre los suyos e invadiéndole la boca con la lengua.

Cuando ambos nos quedamos sin aliento, él se aparta y me mira dubitativo.

—¿Cuándo te va a entrar en esa mollera tan dura que tienes el hecho de que te quiero? —le pregunto exasperado.

Él traga saliva.

—Algún día —dice al fin.

Eso es un progreso. Sonrío y él me recompensa con su sonrisa tímida en respuesta.

—Vamos. Comamos algo. Los demás se estarán preguntando dónde estamos. Luego hablamos de lo que queremos hacer.

—¡Oh, no! —exclama Tae de repente.

Todas las miradas se centran en él.

—Mirad —dice señalando el mirador. Fuera ha empezado a llover a cántaros. Estamos sentados alrededor de la mesa de madera oscura de la cocina después de haber comido un festín de entremeses italianos variados preparados por la señora Min sun y haber acabado con un par de botellas de Frascati. Estoy más que lleno y un poco achispado por el alcohol.

—Nos quedamos sin excursión —murmura Minho y suena ligeramente aliviado. Tae le mira con el ceño fruncido. Sin duda les pasa algo. Se han mostrado relajados con los demás, pero no el uno con el otro.

—Podríamos ir a la ciudad —sugiere Minam. Onew le sonríe.

—Hace un tiempo perfecto para pescar —aporta Jongin.

—Yo me apunto a pescar —dice Onew.

—Hagamos dos grupos —dice Minam juntando las manos—. Tae, Lu y Yo nos vamos de compras y Minho, Jongin y Onew que salgan a la naturaleza a hacer esas cosas aburridas.

Miro a Tae, que observa a Minam con indulgencia. ¿Pescar o ir de compras? Buf, vaya elección.

—Lu, ¿tú qué quieres hacer? —me pregunta Jongin.

—Me da igual —miento. La mirada de Tae se cruza con la mía y vocaliza la palabra «compras». Veo que quiere hablar—. Me parece bien ir de compras —digo sonriéndoles a Tae y a Minam.

Jongin sonríe burlón. Sabe que no me gusta nada ir de compras.

—Yo me quedo aquí contigo, si quieres —me dice y algo oscuro se despereza en mi interior al oír su tono. —No, tú vete a pescar —le respondo. Jongin necesita pasar un tiempo con los chicos.—Parece que tenemos un plan —concluye Tae levantándose de la mesa.

—Sungmin os acompañará —dice Jongin y es una orden que no admite discusión.

—No necesitamos niñera —le responde Tae rotundamente, tan directo como siempre.

Yo le pongo la mano en el brazo a Tae.

—Tae, es mejor que venga Sungmin.

Él frunce el ceño, después se encoge de hombros y por una vez se muerde la lengua. Le sonrío tímidamente a Jongin. Su expresión permanece impasible. Oh, no… Espero que no se haya enfadado con Tae.

Minho frunce el ceño.

—Necesito ir a la ciudad a por una pila para mi reloj de pulsera. —Le lanza una mirada a Tae y se ruboriza un poco, pero él no se da cuenta porque le está ignorando a propósito.

—Llévate el Audi, Minho. Nos iremos a pescar cuando vuelvas —le dice Jongin.

—Sí —responde Minho, pero parece distraído—. Buen plan.

—Aquí. —Minam me agarra del brazo y me arrastra al interior de una boutique de diseño con seda rosa por todas partes y muebles rústicos envejecidos de aire francés.

Tae nos sigue mientras Sungmin espera fuera, refugiándose de la lluvia bajo el toldo. Se oye a Aretha Franklin cantar «Say a Little Prayer» en el hilo musical de la tienda. Me encanta esta canción. Tengo que grabársela a Jongin en el iPod.

—Este pantalón te quedaría genial, Lu. —Mia me enseña una tela plateada—. Toma, pruébatelo.

—Mmm… es un poco corto.

—Te va a quedar fantástico. Y a Jongin le va a encantar.

—¿Tú crees?

Minam me sonríe.

—Lu, tienes unas piernas de muerte, mas para ser un chico y si esta noche vamos a ir de discotecas —sonríe antes de dar el golpe de gracia—, con esto volverás loco a tu marido.

La miro y parpadeo un poco, perplejo. ¿Vamos a ir de discotecas? Yo no voy a discotecas.

Tae se ríe al ver mi expresión. Parece más relajado ahora que no está con Minho.

—Deberíamos salir a bailar esta noche, sí —apoya Tae.

—Ve y pruébatelo —me ordena Minam y yo me encamino al probador a regañadientes.

Mientras espero a que Tae y Minam salgan del probador, me acerco al escaparate y miro afuera, al otro lado de la calle principal, sin prestar mucha atención. Las canciones de soul continúan: ahora Dionne Warwick canta «Walk on By», otra canción fabulosa y una de las favoritas de mi madre. Miro el pantalon que tengo en la mano, aunque «pantalon» tal vez sea demasiado decir. No tiene botamangas y es muy señido, pero Minam ha decidido que es ideal y que es perfecto para bailar toda la noche. Por lo que se ve también necesito zapatos y una camisa llamativa; ahora vamos en su busca. Pongo los ojos en blanco y me alegro una vez más de la suerte que tengo por contar con Kwon Yuri, mi asesora personal de compras.

De repente veo a Minho a través del escaparate. Ha aparecido al otro lado de la arbolada calle principal y sale de un Audi grande. Entra en una tienda como para refugiarse de la lluvia. Parece una joyería… tal vez sea haya ido a comparar la pila para su reloj. Sale a los pocos minutos. Pero ya no va solo: va con una mujer.

¡Joder! Es Hyuna. ¡Está hablando con Hyuna! ¿Qué demonios está haciendo ella aquí?

Mientras les observo, se dan un abrazo breve y ella echa atrás la cabeza para reírse animadamente de algo que él ha dicho. Minho le besa en la mejilla y después corre al coche que le espera. Ella se gira y baja por la calle. Yo me quedo mirándola con la boca abierta. ¿De qué va eso? Me giro nervioso hacia los probadores, pero todavía no hay señales de Tae ni de Minam. Después me fijo en Sungmin, que sigue esperando en el exterior de la tienda. Ve que le estoy mirando y se encoge de hombros. Él también ha presenciado ese breve encuentro. Me ruborizo, avergonzado porque me han pillado espiando. Me vuelvo y Tae y Minam emergen del probador, riendo. Tae me mira inquisitivo.

—¿Qué pasa, Lu? —me pregunta—. ¿Te has echado atrás con lo de la pinta? Estás sensacional con él.

—Mmm… No.

—¿Estás bien? —Tae abre mucho los ojos.

—Estoy bien, ¿pagamos? —Me encamino a la caja, donde me uno a Minam, que ha elegido dos faldas.

—Buenas tardes, señora. —La joven dependienta (que lleva más brillo en los labios del que yo he visto en mi vida reunido en un solo sitio) me sonríe—. Son ochocientos cincuenta dólares.

¿Qué? ¿Por este trozo de tela? Parpadeo y le doy dócilmente mi American Express negra.

—Gracias, joven Kim —canturrea la señorita Brillo de Labios. Durante las dos horas siguientes sigo a Tae y a Minam totalmente aturdido, manteniendo todo el tiempo una lucha conmigo. ¿Debería decírselo a Tae? Mi subconsciente niega con la cabeza firmemente. Sí, debería decírselo. No, mejor no. Puede haber sido simplemente un encuentro fortuito. Mierda. ¿Qué debo hacer?

—¿Te gustan los zapatos, Lu? —Minam tiene los brazos en jarras.

—Mmm… Sí, claro.

He acabado con un par de zapatos de Manolo Blahnik. Quedan perfectos con la pinta y solo le cuestan a Jongin más de mil dólares. Tengo suerte con la larga cadena de plata que Tae insiste en que me compre: solo vale ochenta y cuatro dólares de nada.

—¿Empiezas a acostumbrarte a tener dinero? —me pregunta Tae sin mala intención cuando vamos de camino al coche. Minam se ha adelantado un poco.

—Ya sabes que yo no soy así, Tae. Todo esto me hace sentir incómodo. Pero si no me han informado mal, va con el lote. —Lo miro con los labios fruncidos y él me rodea con un brazo.

—Te acostumbrarás, Lu —me dice para animarme—. Y vas a estar genial.

—Tae, ¿qué tal os va a ti y a Minho? —le pregunto.

Sus ojos azules se clavan en los míos. Oh, no… Niega con la cabeza.

—No quiero hablar de eso ahora —dice señalando a Minam con la cabeza—, pero las cosas están… —Tae deja la frase sin terminar.

Esto no es propio de la Tae tenaz que yo conozco. Mierda. Sabía que estaba pasando algo. ¿Le digo lo que he visto? Pero ¿qué he visto? Minho y la señorita Depredadora-Sexual-Bien-Arreglada hablando, dándose un abrazo y un beso en la mejilla. Seguro que no es más que un encuentro de viejos amigos. No, no se lo voy a decir. Al menos no ahora. Asiento con una expresión que dice «lo entiendo perfectamente y voy a respetar tu privacidad». Él me coge la mano y le da un apretón agradecido. Veo un destello de sufrimiento y dolor en sus ojos, pero él lo oculta rápidamente con un parpadeo. De repente me siento muy protector con mi mejor amigo. ¿A qué demonios está jugando Minho, el gigolo, Kim?

Cuando volvemos a la casa, Tae decide que nos merecemos unos cócteles después de nuestra tarde de compras y nos hace unos daiquiris de fresa. Nos acomodamos en los sofás del salón, delante del fuego encendido.

—Minho ha estado un poco distante últimamente —me susurra Tae, mirando las llamas. Tae y yo por fin hemos encontrado un momento para estar a solas mientras Minam guarda sus compras.

—¿Ah, sí?

—Creo que tengo problemas por haberte metido en problemas a ti.

—¿Te has enterado de eso?

—Sí. Jongin llamó a Minho y Minho a mí.

Pongo los ojos en blanco. Oh, Cincuenta, Cincuenta, Cincuenta…

—Lo siento. Jongin es muy… protector. ¿No has visto a Minho desde el día que salimos a tomar cócteles?

—No.

—Oh.

—Me gusta mucho, Lu —me confiesa. Y durante un horrible momento pienso que va a llorar. Esto no es propio de Tae. ¿Significará esto la vuelta del pijama rosa? Tae me mira—. 'Me he enamorado de él. Al principio creía que era solo el sexo, que es genial. Pero es encantador y amable y tierno y divertido. Nos veo envejeciendo juntos con, ya sabes… hijos, nietos… todo.

—El «fueron felices y comieron perdices» —le susurro.

Asiente con tristeza.

—Creo que deberías hablar con él. Busca un momento para estar solos y descubre qué le preocupa.

O quién, me recuerda mi subconsciente. La aparto de un manotazo, sorprendido de lo rebeldes que son mis propios pensamientos.

—¿Por qué no vais a dar un paseo mañana por la mañana?

—Ya veremos.

—Tae, no me gusta nada verte así.

Me sonríe un poco y me acerco para abrazarlo. Decido no contarle lo de Hyuna, aunque puede que le pregunte directamente al gigolo. ¿Cómo puede estar jugando con los sentimientos de mi amigo?

Minam vuelve y pasamos a hablar de cosas menos comprometidas. El fuego crepita y chisporrotea cuando le echo el último tronco. Casi nos hemos quedado sin leña. Aunque es verano, el fuego se agradece en un día húmedo como este.

—Minam, ¿sabes dónde se guarda la leña para el fuego? —le pregunto. Ella le da un sorbo al daiquiri.

—Creo que en el garaje.

—Voy a por unos cuantos troncos. Y así tengo oportunidad de explorar…

La lluvia ha parado cuando salgo y me encamino al garaje para tres coches que hay junto a la casa. La puerta lateral no está cerrada con llave, así que entro y enciendo la luz. El fluorescente cobra vida con un zumbido.

Hay un coche en el garaje; es el Audi en el que he visto a Minho esta tarde. También hay dos motos de nieve. Pero lo que me llama la atención son dos motos de motocross, ambas de 125 cc. Los recuerdos de Onew intentando valientemente enseñarme a conducir una el verano pasado me vienen a la mente. Me froto inconscientemente el brazo donde me hice un buen hematoma en una caída.

—¿Sabes conducirlas? —oigo la voz de Minho detrás de mí.

Me vuelvo.

—Has vuelto.

—Eso parece. —Sonríe y me doy cuenta de que Jongin me respondería con las mismas palabras, pero no con esa enorme sonrisa arrebatadora—. ¿Sabes?

¡Gigolo!

—Algo así.

—¿Quieres que te dé una vuelta?

Río burlonamente.

—Mmm… no. No creo que a Jongin le gustara nada que hiciera algo así.

—Jongin no está aquí. —Minho muestra una media sonrisa (oh, parece que es un rasgo de familia) y señala a nuestro alrededor para indicar que estamos solos. Se acerca a la moto más cercana, pasa una pierna enfundada en un vaquero por encima del asiento, se acomoda y coge el manillar.

—Jongin tiene… preocupaciones por mi seguridad. No debería.

—¿Siempre haces lo que él te dice? —Minho tiene una chispa traviesa en sus ojos azules de bebé y puedo ver un destello del chico malo… el chico malo del que se ha enamorado Tae. El chico malo de Daegu.

—No. —Arqueo una ceja reprobatoria en su dirección—. Pero intento no complicarle la vida. Ya tiene bastantes preocupaciones sin que yo le dé ninguna más. ¿Ha vuelto ya?

—No lo sé.

—¿No has ido a pescar?

Minho niega con la cabeza.

—Tenía que resolver unos asuntos en la ciudad.

¡Asuntos! ¡Vaya! ¡Asuntos rubios y muy bien arreglados! Inspiro bruscamente y le miro con la boca abierta.

—Si no quieres conducir, ¿qué haces en el garaje? —me pregunta Minho intrigado.

—He venido a buscar leña para el fuego.

—Oh, ahí estás… ¡Minho! Ya has vuelto. —Tae nos interrumpe.

—Hola, cariño —la saluda con una amplia sonrisa.

—¿Has pescado algo?

Me quedo pendiente de la reacción de Minho.

—No. Tenía que hacer unas cosas en la ciudad. —Y durante un breve momento veo un destello de inseguridad en su cara.

Oh, mierda.

—He salido a ver qué había entretenido a Lu. —Tae nos mira confuso.

—Estábamos tomando el aire —dice Minho y se ven saltar chispas entre ellos.

Todos nos giramos al oír un coche aparcando fuera. ¡Oh! Jongin ha vuelto. Gracias a Dios. El mecanismo que abre la puerta del garaje se pone en funcionamiento con un chirrido que nos sobresalta a todos y la puerta se levanta lentamente para revelar a Jongin y a Onew descargando una camioneta negra.

Jongin se queda parado cuando nos ve a todos allí de pie en el garaje.

—¿Vais a montar un grupo y estáis ensayando en el garaje para dar un concierto? —pregunta burlón cuando entra directo hacia donde estoy yo.

Le sonrío. Me siento aliviado de verle. Debajo del cortavientos lleva el mono que le vendí yo cuando trabajaba en Min's.

—Hola —me dice mirándome inquisitivamente e ignorando a Tae y a Minho.

—Hola. Me gusta tu mono.

—Tiene muchos bolsillos. Es muy útil para pescar —me dice con voz baja y sugerente, solo para mis oídos, y cuando me mira su expresión es seductora.

Me ruborizo y él me sonríe con una sonrisa de oreja a oreja toda para mí.

—Estás mojado —murmuro.

—Estaba lloviendo. ¿Qué estáis haciendo todos aquí en el garaje? —Al fin habla teniendo en cuenta que no estamos solo.

—Lu ha venido a por leña —dice Minho arqueando una ceja. No sé cómo pero ha conseguido que eso suene como algo indecente—. Yo he intentado tentarlo para que monte. —Es un maestro de los dobles sentidos.

A Jongin le cambia la cara y a mí se me para el corazón.

—Me ha dicho que no, que a ti no te iba a gustar —responde Minho amablemente y sin segundas.

Jongin me mira con sus ojos grises.

—¿Eso ha dicho? —pregunta.

—Vamos a ver, me parece bien que nos dediquemos a hablar de lo que Lu ha hecho o no ha hecho, pero ¿podemos hacerlo dentro? —interviene Tae. Se agacha, coge dos troncos y se gira para encaminarse a la puerta. Oh, mierda. Tae está enfadado, pero sé que no es conmigo.

Minho suspira y, sin decir una palabra, lo sigue. Yo me quedo mirándolos, pero Jongin me distrae.

—¿Sabes llevar moto? —me pregunta incrédulo.

—No muy bien. Onew me enseñó.

Sus ojos se convierten en hielo.

—Entonces has tomado la decisión correcta —me dice con la voz mucho más fría—. El suelo está muy duro y la lluvia lo hace resbaladizo y traicionero.

—¿Dónde dejo los aparejos de pescar? —pregunta Onew desde el exterior.

—Déjalos ahí, Onew… Sungmin se ocupará de ellos.

—¿Y los peces? —vuelve a preguntar Onew con voz divertida.

—¿Habéis pescado algo? —pregunto sorprendido.

—Yo no. Lee sí. —Y Jongin hace un mohín encantador.

Suelto una carcajada.

—La señora Min se ocupará de ellos —responde.

Onew sonríe y entra en la casa.

—¿Le resulto divertido, joven Kim?

—Mucho. Estás mojado… Te voy a preparar un baño.

—Solo si te metes conmigo. —Se inclina y me da un beso.

Lleno la enorme bañera ovalada del lavabo de la habitación y echo un chorrito de aceite de baño del caro, que empieza a hacer espuma inmediatamente. El aroma es maravilloso… jazmín, creo. Vuelvo al dormitorio y me pongo a colgar la pinta mientras se acaba de llenar la bañera.

—¿Os lo habéis pasado bien? —me pregunta Jongin cuando entra en la habitación. Solo lleva una camiseta y el pantalón del chándal y va descalzo. Cierra la puerta detrás de él.

—Sí —le respondo disfrutando de la vista. Le he echado de menos. Es ridículo porque ¿cuánto ha pasado?

¿unas cuantas horas…?

Ladea la cabeza y me mira.

—¿Qué pasa?

—Estaba pensando en cuánto te he echado de menos.

—Suena como si hubiera sido mucho, joven Kim.

—Mucho, sí, señor Kim.

Se acerca hasta quedar de pie justo delante de mí.

—¿Qué te has comprado? —me pregunta y sé que es para cambiar de tema.

—Un pantalon, unos zapatos, una camisa y un collar. Me he gastado un buen pellizco de tu dinero —confieso mirándole culpable.

Eso le divierte.

—Bien —dice y me coloca un mechón suelto detrás de las orejas—. Y por enésima vez: nuestro dinero.

Me coge la barbilla, libera mi labio del aprisionamiento de mis dientes y me roza con el dedo índice la parte delantera de la camiseta, bajando por el esternón entre mi pecho, después por el estómago y el vientre hasta llegar al dobladillo.

—Creo que no vas a necesitar esto en la bañera —susurra, agarra el dobladillo de la camiseta con ambas manos y me la va quitando lentamente—. Levanta los brazos.

Obedezco sin apartar mis ojos de los suyos y él deja caer mi camiseta al suelo.

—Creía que solo íbamos a darnos un baño. —El pulso se me acelera.

—Quiero ensuciarte bien primero. Yo también te he echado de menos. —Y se inclina para besarme.

—¡Mierda! ¡El agua! —Intento sentarme, todavía aturdido después del orgasmo.

Jongin no me suelta.

—¡Jongin, la bañera! —le miro.

Está acurrucado sobre mi pecho.

Ríe.

—Relájate. Hay desagües en el suelo. —Rueda sobre sí mismo y me da un beso rápido—. Voy a cerrar el grifo.

Baja de la cama y camina hasta el cuarto de baño. Mis ojos lo siguen ávidamente durante todo el camino.

Mmm… Mi marido, desnudo y pronto muy mojado. Salgo de la cama de un salto. Nos sentamos cada uno en un extremo de la bañera, que está demasiado llena (tanto que cada vez que nos movemos el agua se sale por un lado y cae al suelo). Esto es un placer. Y un placer mayor es tener a Jongin lavándome los pies, masajeándome las plantas y tirando suavemente de mis dedos. Después me los besa uno por uno y me da un mordisco en el meñique.

—¡Aaaah! —Lo he sentido… justo ahí, en mi entrepierna.

—¿Así? —murmura.

—Mmm… —digo incoherente.

Empieza a masajearme de nuevo. Oh, qué bien. Cierro los ojos.

—He visto a Hyuna en la ciudad —le digo.

—¿Ah, sí? Creo que también tiene una casa aquí —me contesta sin darle importancia. No le interesa lo más mínimo.

—Estaba con Minho.

Jongin deja el masaje; eso sí le ha llamado la atención. Cuando abro los ojos tiene la cabeza ladeada, como si no comprendiera.

—¿Que quieres decir con que estaba con Minho? —me pregunta más perplejo que preocupado.

Le cuento lo que vi.

—Lu, solo son amigos. Creo que Minho está bastante pillado con Tae. —Hace una pausa y después añade en voz más baja—. De hecho sé que está muy pillado con Tae —dice aunque pone una expresión de «no puedo entender por qué».

—Tae es guapísimo —le respondo defendiendo a mi amigo.

Él ríe.

—Me sigo alegrando de que fueras tú el que se cayó al entrar en mi despacho. —Me da un beso en el pulgar, me suelta el pie izquierdo y me coge el derecho para empezar el proceso de masaje otra vez. Sus dedos son tan fuertes y flexibles… Me vuelvo a relajar. No quiero discutir sobre Tae. Cierro los ojos y dejo que sus dedos vayan haciendo su magia en mis pies.

Me miro boquiabierto en el espejo de cuerpo entero sin reconocer al bellezón que me mira desde el cristal. Tae se ha vuelto loco y se ha puesto a jugar a la Barbie conmigo esta noche, peinándome y maquillándome.

Tengo el pelo liso y con volumen, los ojos perfilados y los labios rosa pero con un brillo sutil y encantador. Estoy… buenísimo. Soy todo piernas, sobre todo con los Manolos  y la pinta indecentemente apretada. Necesito que Jongin me dé su aprobación, aunque tengo la sensación de que no le va a gustar que exponga tanta carne al aire, contando con que la camisa  no deja mucho a la imaginación.

Como estamos en esta entente cordial, decido que lo mejor será preguntarle. Cojo mi BlackBerry.

De: Kim Luhan

Fecha: 27 de agosto de 2014 18:53

Para: Kim Jongin

Asunto: ¿Se me ve el culo gordo con este pantalon?

Señor Kim:

Necesito su consejo con respecto a mi atuendo.

Suyo Joven K  x

De: Kim Jongin

Fecha: 27 de agosto de 2014 18:55

Para: Kim Luhan

Asunto: Como un melocotón

Joven Kim:

Lo dudo mucho. Pero ahora voy y le hago una buena inspección a su culo para asegurarme.

Suyo por adelantado

Señor K x

Kim Jongin

Presidente e inspector de culos de Kim Enterprises Holdings Inc.

Justo mientras estoy leyendo el correo, se abre la puerta del dormitorio y Jongin se queda petrificado en el umbral. Se le abre la boca y los ojos casi se le salen de las órbitas. Madre mía, eso podría significar algo bueno o algo malo…

—¿Y bien? —pregunto en un susurro.

—Lu, estás… Wow.

—¿Te gusta?

—Sí, supongo que sí. —Suena un poco ronco. Entra lentamente en la habitación y cierra la puerta. Lleva unos vaqueros negros y una camisa blanca con una chaqueta negra. Él también está fabuloso. Se acerca poco a poco a mí, pero en cuanto llega a mi altura, me pone las manos en los hombros y me gira hasta que quedo de frente al espejo con él detrás de mí. Mi mirada se encuentra con la suya en el espejo y después le veo mirar hacia abajo, fascinado por mi espalda al aire. Me la acaricia con los dedos hasta que llega al borde del pantalon, donde la carne pálida se encuentra con la tela plateada—. Es muy atrevido —murmura.

Su mano desciende un poco más, siguiendo por mi culo y bajando por el muslo desnudo. Se detiene y sus ojos grises brillan con un tono azulado. Lentamente sus dedos ascienden de nuevo hasta el dobladillo de mi traje.

Observo sus dedos largos que me rozan levemente, acariciándome la piel y dejando un cosquilleo a su paso, y mi boca forma una O perfecta.

—No hay mucha distancia entre aquí… —dice tocando el dobladillo de mi traje— y aquí —susurra subiendo un poco el dedo. Doy un respingo cuando los dedos me acarician el sexo, moviéndose de forma provocativa sobre mi boxer, sintiéndome y excitándome.

—¿Adónde quieres llegar? —le susurro.

—Quiero llegar a explicar que esto no está muy lejos… —Sus dedos se deslizan sobre mi boxer y en un segundo mete uno debajo, contra la carne suave y humedecida—. De esto. — Lleva sus dedos a mi trasero e Introduce un dedo en mi interior.

Doy un respingo y gimo bajito.

—Esto es mío —me susurra al oído. Cierra los ojos y mete y saca el dedo rítmicamente de mi interior—. Y no quiero que nadie más lo vea.

Mi respiración se vuelve entrecortada y mis jadeos se acompasan con el ritmo de su dedo. Le estoy viendo en el espejo mientras me hace esto… y es algo más que erótico.

—Así que si eres bueno y no te agachas, no habrá ningún problema

—¿Lo apruebas? —le pregunto.

—No, pero no voy a prohibirte que lo lleves. Estás espectacular, Luhan. —Saca de repente el dedo, dejándome con ganas de más, pero él se mueve para quedar frente a mí. Me coloca la punta de su dedo invasor en el labio inferior. Instintivamente frunzo los labios y le doy un beso. Él me recompensa con una sonrisa maliciosa. Se mete el dedo en la boca y su expresión me informa de que le gusta mi sabor… mucho.

¿Siempre me va a impactar verle hacer eso?

Después me coge la mano.

—Ven —me ordena con voz suave y me tiende la mano para que vaya con él. Quiero responderle que estaba a punto de conseguirlo con lo que me estaba haciendo, pero a la vista de lo que pasó ayer en el cuarto de juegos, prefiero callarme.

Estamos esperando el postre en un restaurante pijo y exclusivo de la ciudad. Hasta ahora ha sido una cena animada y Minam está decidida a que sigamos con la diversión y vayamos de discotecas. En este momento está sentada en silencio, escuchando con atención mientras Onew y Jongin charlan. Es evidente que Minam está encaprichada con Onew, y Onew… es difícil saberlo. No sé si son solo amigos o hay algo más.

Jongin parece relajado. Ha estado conversando animadamente con Onew. Parece que han estrechado su amistad mientras pescaban. Hablan sobre todo de psicología. Irónicamente, Jongin parece el que más sabe de los dos. Me río por lo bajo mientras escucho a medias la conversación, dándome cuenta con tristeza de que sus conocimientos son resultado de su experiencia con muchos psiquiatras.

«Tú eres la mejor terapia.» Esas palabras que me susurró una vez cuando hacíamos el amor resuenan en mi cabeza. ¿Lo soy? Oh, Jongin, eso espero.

Miro a Tae. Está guapísimo, pero él siempre lo está. Él y Minho no están tan animados. Él parece nervioso; cuenta los chistes demasiado alto y su risa es un poco tensa. ¿Habrán tenido una pelea? ¿Qué le estará preocupando? ¿Será esa mujer? Se me cae el alma a los pies al pensar que puede hacerle daño a mi mejor amigo. Miro a la entrada, casi esperando ver a Hyuna pavoneándose tranquilamente por el restaurante en dirección a nosotros. Mi mente me está jugando malas pasadas. Creo que es por el alcohol que he tomado.

Empieza a dolerme la cabeza.

De repente Minho nos sobresalta a todos arrastrando la silla, que chirría contra el suelo de azulejo, para ponerse de pie de golpe. Todos nos quedamos mirándole. Él mira a Tae un segundo y de repente planta una rodilla en el suelo delante de él.

Oh. Dios. Mío…

Minho le coge la mano a Tae y el silencio se cierne sobre el restaurante; todo el mundo deja de comer y de hablar e incluso de andar y se queda mirando.

—Mi precioso Tae, te quiero. Tu gracia, tu belleza y tu espíritu ardiente no tienen igual y han atrapado mi corazón. Pasa el resto de tu vida conmigo. Cásate conmigo.

¡Madre mía!

Ir al cap. anterior

Ir al cap. siguiente

bottom of page