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Cap 1

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Levanto la vista para mirar a través de las rendijas de la sombrilla de brezo y admiro el más azul de los cielos, un azul veraniego, mediterráneo. Suspiro satisfecho. Jongin está a mi lado, tirado en una tumbona. Mi marido, mi sexy y guapísimo marido, sin camisa y con unos vaqueros cortados, está leyendo un libro que predice la caída del sistema bancario occidental. Sin duda se trata de una lectura absorbente porque jamás le había visto tan quieto. Ahora mismo parece más un estudiante que el presidente de una de lasprincipales empresas privadas de Estados Unidos.

Son los últimos días de nuestra luna de miel y estamos haraganeando bajo el sol de la tarde en la playa del hotel Beach Plaza Monte Carlo de Mónaco, aunque en realidad no nos alojamos en él. Abro los ojos para buscar al Fair Lady, que está anclado en el puerto. Nosotros estamos en un yate de lujo, por supuesto.

Construido en 1928, flota majestuosamente sobre las aguas, reinando sobre todos los demás barcos del puerto. Parece de juguete. AJongin le encanta y sospecho que tiene la tentación de comprarlo. Los niños y sus juguetes…

Me acomodo en la tumbona y me pongo a escuchar la selección de música que ha metido Kim Jongin en mi nuevo iPod y me quedo medio dormido bajo el sol de última hora de la tarde recordando su proposición de matrimonio. Oh, esa maravillosa proposición que me hizo en la casita del embarcadero… Casi puedo oler el aroma de las flores del prado…

—¿Y si nos casamos mañana? —me susurra Jongin al oído.

Estoy tumbado sobre su pecho bajo la pérgola llena de flores de la casita del embarcadero, más que satisfecho tras haber hecho el amor apasionadamente.

—Mmm…

—¿Eso es un sí? —Reconozco en su voz cierta sorpresa y esperanza.

—Mmm.

—¿O es un no?

—Mmm.

Siento que sonríe.

—joven Xiao, ¿está siendo incoherente?

Yo también sonrío.

—Mmm.

Ríe y me abraza con fuerza, besándome en el pelo.

—En Las Vegas. Mañana. Está decidido.

Adormilado, levanto la cabeza.

—No creo que a mis padres les vaya a gustar mucho eso.

Recorre con las yemas de los dedos mi espalda desnuda, arriba y abajo, acariciándome con suavidad.

—¿Qué es lo que quieres, Luhan? ¿Las Vegas? ¿Una boda por todo lo alto? Lo que tú me digas.

—Una gran boda no… Solo los amigos y la familia. —Alzo la vista para mirarle, emocionado por la silenciosa súplica que veo en sus brillantes ojos grises. ¿Y qué es lo que quiere él?

—Muy bien —asiente—. ¿Dónde?

Me encojo de hombros.

—¿Por qué no aquí? —pregunta vacilante.

—¿En casa de tus padres? ¿No les importará?

Ríe entre dientes.

—A mi madre le daríamos una alegría. Estará encantada.

—Bien, pues aquí. Seguro que mis padres también lo preferirán.

Jongin me acaricia el pelo. ¿Se puede ser más feliz de lo que soy yo ahora mismo?

—Bien, ya tenemos el dónde. Ahora falta el cuándo.

—Deberías preguntarle a tu madre.

—Mmm. —La sonrisa de Jongin desaparece—. Le daré un mes como mucho. Te deseo demasiado para esperar ni un segundo más.

—Jongin, pero si ya me tienes. Ya me has tenido durante algún tiempo. Pero me parece bien, un mes.

Le doy un beso en el pecho, un beso suave y casto, y le miro sonriéndole.

—Te vas a quemar —me susurra Jongin al oído, despertándome bruscamente de mi siesta.

—Solo de deseo por ti. —Le dedico la más dulce de las sonrisas. El sol vespertino se ha desplazado y ahora estoy totalmente expuesto a sus rayos. Él me responde con una sonrisita y tira de mi tumbona con un movimiento rápido para ponerme bajo la sombrilla.

—Mejor lejos de este sol mediterráneo, joven Kim.

—Gracias por su altruismo, señor Kim.

—Un placer, joven Kim, pero no estoy siendo altruista en absoluto. Si te quemas, no voy a poder tocarte.

—Alza una ceja y sus ojos brillan divertidos. El corazón se me derrite—. Pero sospecho que ya lo sabes y que te estás riendo de mí.

—¿Tú crees? —pregunto fingiendo inocencia.

—Sí, eso creo. Lo haces a menudo. Es una de las muchas cosas que adoro de ti. —Se inclina y me da un beso, mordiéndome juguetón el labio inferior.

—Tenía la esperanza de que quisieras darme más crema solar —le digo haciendo un mohín muy cerca de sus labios.

—joven Kim, me está usted proponiendo algo sucio… pero no puedo negarme. Incorpórate —me ordena con voz ronca.

Hago lo que me pide y con movimientos lentos y meticulosos de sus dedos fuertes y flexibles me cubre el cuerpo de crema.

—Eres precioso. Soy un hombre con suerte —murmura mientras sus dedos pasan casi rozando mi pecho para extender la crema.

—Sí, cierto. Es usted un hombre afortunado, señor Kim. —Le miro a través de las pestañas con coqueta modestia.

—La modestia le sienta bien, joven Kim. Vuélvete. Voy a darte crema en la espalda.

Sonriendo, me doy la vuelta y él me rosa suavemente con sus manos y empieza a esparcir la crema en mi espalda.

—¿Qué te parecería si hiciera topless como las mujeres y algunos hombres de la playa? —le pregunto.

—No me gustaría nada —me dice sin dudarlo—. Ni siquiera me gusta que lleves tan poca cosa como ahora. —Se acerca a mí inclinándose y me susurra al oído—. No tientes a la suerte.

—¿Me está desafiando, señor Kim?

—No. Estoy enunciando un hecho, joven Kim.

Suspiro y sacudo la cabeza. Oh, Jongin… mi posesivo y celoso obseso del control…

Cuando termina me da un azote en el culo.

—Ya está, joven.

Su BlackBerry, omnipresente y siempre encendida, empieza a vibrar. Frunzo el ceño y él sonríe.

—Solo para mis ojos, joven Kim. —Levanta una ceja en una advertencia juguetona, me da otro azote y vuelve a su tumbona para contestar la llamada.

La diosa que llevo dentro ronronea. Tal vez esta noche podamos hacer algún tipo de espectáculo en el suelo solo para sus ojos. La divasonríe cómplice arqueando una ceja. Yo también sonrío por lo que estoy pensando y vuelvo a abandonarme a mi siesta.

— messieurs? Un Perrier pour moi, un Coca-Cola light pour ma mari, s’il vous plaît. Et quelque chose à manger… laissez-moi voir la carte.

Mmm… El fluido francés de Jongin me despierta. Parpadeo un par de veces a causa de la luz del sol y cuando abro los ojos le encuentro observándome mientras una chica joven con librea se aleja con la bandeja en alto y una coleta alta y rubia oscilando provocativamente.

—¿Tienes sed? —me pregunta.

—Sí —murmuro todavía medio dormido.

—Podría pasarme todo el día mirándote. ¿Estás cansado?

Me ruborizo.

—Es que anoche no dormí mucho.

—Yo tampoco. —Sonríe, deja el BlackBerry y se levanta. Los pantalones cortos se le caen un poco, de esa forma sugerente que tanto me gusta, dejando a la vista el bañador que lleva debajo. Después se quita los pantalones y las chanclas y yo pierdo el hilo de mis pensamientos—. Ven a nadar conmigo. —Me tiende la mano y yo le miro un poco aturdido—. ¿Nadamos? —repite ladeando un poco la cabeza y con una expresión divertida. Como no respondo, niega lentamente con la cabeza—. Creo que necesitas algo para despertarte. —

De repente se lanza sobre mí y me coge en brazos. Yo chillo, más de sorpresa que de miedo.

—¡Jongin! ¡Bájame! —le grito.

Él ríe.

—Solo cuando lleguemos al mar, nene.

Varias personas que toman el sol en la playa nos miran con ese desinterés divertido tan típico de los monegascos, según acabo de descubrir, mientras Jongin me lleva hasta el mar entre risas y empieza a sortear las olas.

Le rodeo el cuello con los brazos.

—No te atreverás —le digo casi sin aliento mientras intento sofocar mis risas.

Él sonríe.

—Oh, Lu, nene, ¿es que no has aprendido nada en el poco tiempo que hace que me conoces?

Me besa y yo aprovecho la oportunidad para deslizar los dedos entre su pelo, agarrárselo con las dos manos y devolverle el beso invadiéndole la boca con mi lengua. Él inspira bruscamente y se aparta con la mirada ardiente pero cautelosa.

—Ya me conozco tu juego —me susurra y se va hundiendo lentamente en el agua fresca y clara conmigo en brazos, mientras sus labios vuelven a encontrarse con los míos. El frescor del mediterráneo queda pronto olvidado cuando envuelvo a mi marido con el cuerpo.

—Creía que te apetecía nadar —le digo junto a su boca.

—Me has distraído… —Jongin me roza el labio inferior con los dientes—. Pero no sé si quiero que la buena gente de Montecarlo vea cómo mi esposo se abandona a la pasión.

Le rozo la mandíbula con los dientes, con su principio de barba cosquilleándome la lengua, sin importarme un comino la buena gente de Montecarlo.

—Lu —gime. Se enrolla su índice con mis mechones y tira con suavidad para obligarme a echar la cabeza hacia atrás y tener mejor acceso a mi cuello. Después me besa la oreja y va bajando lentamente.

—¿Quieres que vayamos más adentro? —pregunta en un jadeo.

—Sí —susurro.

Jongin se aparta un poco y me mira con los ojos ardientes, llenos de deseo, divertidos.

— joven Kim, es usted un hombre insaciable y un descarado. ¿Qué clase de monstruo he creado?

—Un monstruo hecho a tu medida. ¿Me querrías de alguna otra forma?

—Te querría de cualquier forma en que pudiera tenerte, ya lo sabes. Pero ahora mismo no. No con público

—dice señalando la orilla con la cabeza.

¿Qué?

Es cierto que varias personas en la playa han abandonado su indiferencia y ahora nos miran con verdadero interés. De repente Jonginme coge por la cintura y me tira al aire, dejando que caiga al agua y me hunda bajo las olas hasta tocar la suave arena que hay en el fondo. Salgo a la superficie tosiendo, escupiendo y riendo.

—¡Jongin! —le regaño mirándole fijamente. Creía que íbamos a hacer el amor en el agua… pero él ha vuelto a salirse con la suya. Se muerde el labio inferior para evitar reírse. Yo le salpico y él me responde salpicándome también.

—Tenemos toda la noche —me dice sonriendo como un tonto—. Hasta luego, nene. —Se zambulle bajo el agua y vuelve a la superficie a un metro de donde estoy. Después, con un estilo crol fluido y grácil, se aleja de la orilla. Y de mí.

¡Oh, Cincuenta! Siempre tan seductor y juguetón… Me protejo los ojos del sol con la mano mientras le veo alejarse. Cómo le gusta provocarme… ¿Qué puedo hacer para que vuelva? Mientras nado de vuelta a la orilla, sopeso las posibilidades. En la zona de las tumbonas ya han llegado nuestras bebidas. Le doy un sorbo rápido a mi Coca-Cola. Jongin solo es una pequeña motita en la distancia.

Mmm… Me tumbo boca arriba y, tras pelearme un poco con los tirantes, me quito el vestido  de baño y lo dejo caer despreocupadamente sobre la tumbona de Jongin. Para que vea lo descarado que puedo ser, señor Kim… ¡Ahora chúpate esa! Cierro los ojos y dejo que el sol me caliente la piel y los huesos… El calor me relaja mientras mis pensamientos vuelven al día de mi boda.

—Ya puedes besar a la novia —anuncia el reverendo Walsh.

Sonrío a mi flamante marido.

—Al fin eres mío —me susurra tirando de mí para rodearme con los brazos y darme un beso casto en los labios.

Estoy casado. Ya soy el hombre de Kim Jongin. Estoy borracho de felicidad.

—Estás precioso, Lu —murmura y sonríe con los ojos brillando de amor… y algo más, algo oscuro y lujurioso—. No dejes que nadie que no sea yo te quite ese vestido, ¿entendido? —Su sonrisa sube de temperatura mientras con las yemas de los dedos me acaricia la mejilla, haciéndome hervir la sangre.

Madre mía… ¿Cómo consigue hacerme esto, incluso aquí, con toda esta gente mirando?

Asiento en silencio. Vaya, espero que nadie nos haya oído. Por suerte el reverendo Walsh se ha apartado discretamente. Miro a la multitud allí reunida vestida con sus mejores galas… Mi madre, Teuk, Yunsu y los Kim, todos aplaudiendo. Y también  Tae, mi padrino, que está genial con un traje negro Armani de pie junto al padrino de Jongin: su hermano Minho. ¿Y quién iba a pensar que Minho podía tener tan buena pinta una vez arreglado? Todos muestran unas brillantes sonrisas de oreja a oreja… excepto Taeyeon, que estállorando discretamente cubriéndose con un delicado pañuelo blanco.

—¿Preparada para la fiesta, joven Kim? —murmura Jongin con una sonrisa tímida. Me derrito al verlo.

Está fabuloso con un sencillo esmoquin negro con chaleco y corbata plateados. Se le ve… muy elegante.

—Preparadísimo. —La cara se me ilumina con una sonrisa bobalicona.

Un poco más tarde, la fiesta está en su apogeo… Yunho y Taeyeon se han superado. Han hecho que volvieran a colocar la carpa y la han decorado con rosa pálido, plata y marfil, dejando los lados abiertos con vistas a la bahía. Hemos tenido la suerte de tener un tiempo estupendo y ahora el sol de última hora de la tarde brilla sobre el agua. Hay una pista de baile en un extremo de la carpa y un buffet muy generoso en el otro.

Teuk y mi madre están bailando y riéndose juntos. Tengo una sensación agridulce al verlos así. Espero que Jongin y yo duremos más; no sé qué haría si me dejara. Casamiento apresurado, arrepentimiento asegurado. Ese dicho no deja de repetirse en mi cabeza.

Tae está a mi lado. Está guapísimo. Me mira y frunce el ceño.

—Oye, que se supone que hoy es el día más feliz de tu vida —me regaña.

—Y lo es —le digo en voz baja.

—Oh, Lu, ¿qué te pasa? ¿Estás mirando a tu madre y a Teuk?

Asiento con aire triste.

—Son felices.

—Sí, felices separados.

—¿Te están entrando las dudas? —me pregunta Tae alarmado.

—No, no, claro que no. Solo es que… le quiero muchísimo. —Me quedo petrificado, sin poder o sin querer expresar mis miedos.

—Lu, es obvio que te adora. Sé que habéis tenido un comienzo muy poco convencional en vuestra relación, pero yo he visto lo felices que habéis sido durante el último mes. —Me coge y me aprieta las manos—. Además, ya es demasiado tarde —añade con una sonrisa.

Suelto una risita. Tae siempre diciendo lo que no hace falta decir. Me atrae hacia el para darme el Abrazo Especial de Lee Taemin.

—Lu, vas a estar bien. Y si te hace daño alguna vez, aunque solo sea en un pelo de la cabeza, tendrá que responder ante mí. —Me suelta y le sonríe a alguien que hay detrás de mí.

—Hola, nene. —Jongin me sorprende rodeándome con los brazos y me da un beso en la sien—. Tae — saluda. Sigue mostrándose algo frío con él, aunque ya han pasado seis semanas.

—Hola otra vez, Jongin. Voy a buscar al padrino, que es tu hombre preferido y también el mío. —Con una sonrisa para ambos se aleja para ir con Minho, que está bebiendo con el hermano de Tae, Onew, y nuestro amigo Sehun.

—Es hora de irse —murmura Jongin.

—¿Ya? Es la primera fiesta a la que asisto en la que no me importa ser el centro de atención. —Me giro entre sus brazos para poder mirarle de frente.

—Mereces serlo. Estás impresionante, Luhan.

—Y tú también.

Me sonríe y su expresión sube de temperatura.

—Ese traje tan bonito te sienta bien.

—¿Este trapo viejo? —me ruborizo tímidamente y tiro un poco de ribete de fino traje de novio sencillo y entallado que ha diseñado para mí la madre de Tae. Me queda recatado, pero seductor, espero.

Se inclina y me da un beso.

—Vámonos. No quiero compartirte con toda esta gente ni un minuto más.

—¿Podemos irnos de nuestra propia boda?

—Lu, es nuestra fiesta y podemos hacer lo que queramos. Hemos cortado la tarta. Y ahora mismo lo que quiero es raptarte para tenerte todo para mí.

Suelto una risita.

—Me tiene para toda la vida, señor Kim.

—Me alegro mucho de oír eso, joven Kim.

—¡Oh, ahí estáis! Qué dos tortolitos.

Gruño en mi fuero interno… La madre de Taeyeon nos ha encontrado.

—Jongin, querido… ¿Otro baile con tu abuela?

Jongin frunce los labios.

—Claro, abuela.

—Y tú, guapo Luhan, ve y haz feliz a un anciano: baila con Theo.

—¿Con quién, señora Kim?

—Con el abuelo Kim. Y creo que ya puedes llamarme abuela. Querido mmm, no se que no es sutil de mi parte, pero eres tu de esos chicos que pueden darme bisnietos, ejem, ¿ me entiendes? - dice guinadome el ojo, ustedes dos podrian cuanto antes manos a la obra en el asunto de darme bisnietos. No voy a durar mucho ya. —Nos mira con una sonrisa tontorrona.

Jongin la mira parpadeando, horrorizado.

—Vamos, abuela —dice cogiéndola apresuradamente de la mano y llevándola a la pista de baile. Me mira casi haciendo un mohín y pone los ojos en blanco—. Luego, cariño.

Mientras voy de camino adonde está el abuelo Kim, Sehun me aborda.

—No te voy a pedir otro baile. Creo que ya te he monopolizado demasiado en la pista de baile hasta ahora… Me alegro de verte feliz, pero te lo digo en serio, Lu. Estaré aquí… si me necesitas.

—Gracias, Sehun. Eres un buen amigo.

—Lo digo en serio. —Sus ojos oscuros brillan por la sinceridad.

—Ya lo sé. Gracias de verdad, Sehun. Pero si me disculpas… Tengo una cita con un anciano.

Arruga la frente, confuso.

—El abuelo de Jongin —aclaro.

Me sonríe.

—Buena suerte con eso, Hanii. Y buena suerte con todo.

—Gracias, Sehun.

Después de mi baile con el siempre encantador abuelo de Jongin, me quedo de pie junto a las cristaleras viendo como el sol se hunde lentamente por detrás de Seul provocando sombras de color naranja y aguamarina en la bahía.

—Vamos —me insiste Jongin.

—Tengo que cambiarme. —Le cojo la mano con intención de arrastrarle hacia la cristalera y que suba las escaleras conmigo. Frunce el ceño sin comprender y tira suavemente de mi mano para detenerme—. Creía que querías ser tú el que me quitara el traje —le explico.

Se le iluminan los ojos.

—Cierto. —Me mira con una sonrisa lasciva—. Pero no te voy a desnudar aquí. Entonces no nos iríamos hasta… no sé… —dice agitando su mano de largos dedos. Deja la frase sin terminar pero el significado está más que claro.

Me ruborizo y le suelto la mano.

—Y no te sueltes el pelo —me murmura misteriosamente.

—Pero…

—Nada de «peros», Luhan. Estás precioso. Y quiero ser yo el que te desnude.

Frunzo el ceño.

—Guarda en tu bolsa de mano la ropa que te ibas a poner —me ordena—. La vas a necesitar. Sungmin ya tiene tu maleta.

—Está bien.

¿Qué habrá planeado? No me ha dicho adónde vamos. De hecho, no creo que nadie sepa nada. Ni Minam ni Tae han conseguido sacarle la información. Me vuelvo hacia mi madre y Tae.

—No me voy a cambiar.

—¿Qué? —dice mi madre.

—Jongin no quiere que me cambie. —Me encojo de hombros, como si eso lo explicara todo.

Ella arruga la frente.

—No has prometido obedecer —me recuerda con mucha diplomacia. Tae intenta hacer que su risa ahogada parezca una tos. Lo miro entornando los ojos. Ni él ni mi madre tienen ni idea de la pelea que Jongin y yo tuvimos por eso. No quiero resucitar esa discusión. Dios, mi Cincuenta Sombras se puede poner muy furioso a veces… y después tener pesadillas. El recuerdo me reafirma en mi decisión.

—Lo sé, mamá, pero le gusta mi traje y quiero darle ese gusto.

Su expresión se suaviza. Tae pone los ojos en blanco y con mucha discreción se aleja para dejarnos solos.

—Estás muy guapo, hijo. —BoA me coloca con cariño uno de los mechones que se me ha soltado y me acaricia la barbilla—. Estoy tan orgullosa de ti, cielo… Vas a hacer muy feliz a Jongin —me dice y me da un abrazo.

Oh, mamá…

—No me lo puedo creer… Pareces tan mayor ahora… Vas a empezar una nueva vida; solo tienes que recordar que tratar con otros es tratar con seres de otro planeta y si sientes que todo esta mal, van por buen camino.

Suelto una risita. Jongin no es de otro planeta, es de otro universo. Si ella supiera…

—Gracias, mamá.

Teuk se acerca a nosotros sonriéndonos dulcemente.

—Te ha salido un niño guapo, BoA —dice con los ojos brillándole por el orgullo. Está impecable con su esmoquin negro y el chaleco rosa pálido. Me emociono y se me llenan los ojos de lágrimas. Oh, no…

Hasta ahora había conseguido no llorar…

—Y tú lo has ayudado a crecer y a ser lo que es, Teuk. —La voz de BoA  suena nostálgica.

—Y he adorado cada momento del tiempo que he pasado con él. Eres un orgullo y un novio sensacional, Hanii. —

Teuk me coloca tras la oreja el mismo mechón suelto de antes. —Oh, papá… —Intento contener un sollozo y él me abraza brevemente, un poco incómodo.

—Y vas a ser un mari sensacional también —me susurra con voz ronca.

Cuando me suelta, Jongin está a mi lado. Teuk le estrecha la mano afectuosamente.

—Cuida de mi niño, Jongin.

—Eso es lo que pretendo hacer, Teuk. BoA. —Saluda a mi padrastro con una venia respetuosa y le da un beso a mi madre.

El resto de los invitados han creado un largo pasillo humano con un arco formado por sus brazos extendidos para que pasemos por él hacia la salida de la casa.

—¿Listo? —pregunta Jongin.

—Sí.

Me coge la mano y me guía bajo esos brazos estirados mientras los invitados nos gritan felicitaciones y deseos de buena suerte y nos tiran arroz. Al final del pasillo nos esperan Taeyeon y Yunho con grandes sonrisas. Los dos nos abrazan y nos besan por turnos.Taeyeon está emocionada de nuevo. Nos despedimos rápidamente de ellos. Sungmin nos espera junto al Audi todoterreno. Jongin se queda sosteniendo la puerta del coche para que yo entre, pero antes me giro y tiro el ramo de rosas de color blanco y rosa hacia el grupo de mujeres jóvenes que se ha reunido. Minam lo coge al vuelo y sonríe de oreja a oreja.

Cuando entro en el todoterreno riéndome por la audaz forma de atrapar el ramo de Minam, Jongin me ayuda a subir. Cuando ya estoy bien acomodado dentro, se vuelve para despedirse de los invitados. Sungmin mantiene la puerta abierta para él.

—Felicidades, señor.

—Gracias, Sungmin —responde Jongin mientras se sienta a mi lado.

Cuanto Sungmin entra en el coche, los invitados empiezan a tirarle arroz al coche. Jongin me coge la mano y me besa los nudillos.

—¿Todo bien por ahora, joven Kim?

—Por ahora todo fantástico, señor Kim. ¿Adónde vamos?

—Al aeropuerto —dice con una sonrisa enigmática.

Mmm… ¿Qué estará planeando?

Sungmin no se dirige a la terminal de salidas como yo esperaba, sino que cruza una puerta de seguridad y va directamente hacia la pista. ¿Qué demonios…? Y entonces lo veo: el jet de Jongin con KIM ENTERPRISES HOLDINGS, INC. escrito en el fuselaje con grandes letras azules.

—No me digas que vas a volver a hacer un uso personal de los bienes de la empresa.

—Oh, eso espero, Luhan —me sonríe Jongin.

Sungmin detiene el Audi al pie de la escalerilla que sube al avión y salta del coche para abrirle la puerta a Jongin. Intercambian unas palabras y después Jongin viene a abrirme la puerta. Y en vez de apartarse para dejarme espacio para salir, se inclina y me coge en brazos.

—¡Hey! ¿Qué haces? —chillo.

—Cogerte en brazos para cruzar el umbral —me dice.

—Oh…

Pero ¿eso no se supone que se hace al cruzar el umbral de la casa?

Me sube por la escalerilla sin esfuerzo aparente y Sungmin nos sigue llevando mi maleta. La deja a la entrada del avión y vuelve al Audi. Dentro de la cabina reconozco a Max, el piloto de Jongin, con su uniforme.

—Bienvenido a bordo, señor. joven Kim —nos saluda con una sonrisa.

Jongin me baja al suelo y estrecha la mano de Max. De pie junto a Max hay una mujer de pelo oscuro de unos… ¿qué? ¿Treinta y pocos? Ella también lleva uniforme.

—Felicidades a los dos —continúa Max.

—Gracias, Max. Luhan, ya conoces a Max. Va a ser nuestro comandante hoy. Y esta es la primera oficial Kang.

La chica se sonroja cuando Jongin la presenta y parpadea muy rápido. Tengo ganas de poner los ojos en blanco. Otra mujer que está completamente cautivada por mi marido, que es demasiado guapo incluso para su propio bien.

—Encantada de conocerlo —dice efusivamente Kang.

Le sonrío con amabilidad. Después de todo… él es mío.

—¿Todo listo? —les pregunta Jongin a ambos mientras yo examino la cabina. El interior es de madera de arce clara y piel de un suave color crema. Hay otra mujer joven en el otro extremo de la cabina, también vestida de uniforme; tiene el pelo castaño y es realmente guapa.

—Ya nos han dado todos los permisos. El tiempo va a ser bueno desde aquí hasta Polonia.

¿Polonia?

—¿Turbulencias?

—Antes de llegar a Polonia no. Pero hay un frente sobre Borgoña que puede que nos dé algún sobresalto.

¿Borgoña, Francia?

—Ya veo. Bien, espero dormir durante el trayecto —dice Jongin sin preocuparse lo más mínimo.

¿Dormir?

—Bien, vamos a prepararnos para despegar, señor —anuncia Max—. Les dejo en las capaces manos de Luna, nuestra azafata. —Jongin mira en su dirección y frunce el ceño, pero después se vuelve hacia Max con una sonrisa.

—Excelente. —Me coge la mano y me lleva hasta uno de los lujosos asientos de piel. Debe de haber unos doce en total—. Siéntate —dice mientras se quita la chaqueta y se desabrocha el chaleco de fino brocado.

Nos sentamos en dos asientos individuales situados el uno frente al otro con una mesita reluciente entre ambos.

—Bienvenidos a bordo, señores. Y felicidades. — Luna ha aparecido junto a nosotros para ofrecernos una copa de champán rosado.

—Gracias —dice Jongin. Ella nos sonríe educadamente y se retira a la cocina.

—Por una feliz vida de casados, Luhan. —Jongin levanta su copa y brindamos. El champán está delicioso.

—¿Bollinger? —pregunto.

—El mismo.

—La primera vez que lo probé lo bebí en tazas de té. —Sonrío.

—Recuerdo perfectamente ese día. Tu graduación.

—¿Adónde vamos? —Ya no soy capaz de contener mi curiosidad ni un segundo más.

—A Borgoña—dice Jongin con los ojos iluminados por el entusiasmo. Parece un niño pequeño.

—¿Francia? —¡Vamos a Francia!

—Para repostar combustible —añade juguetón.

—¿Y después? —le animo.

Su sonrisa se hace más amplia y niega con la cabeza.

—¡Jongin!

—A Londres —dice mirándome fijamente para ver mi reacción.

Doy un respingo. Madre mía… Pensaba que iríamos a algún sitio como Namdaemun o Osaka, o incluso al Caribe. Casi no me lo puedo creer. La ilusión de mi vida siempre ha sido ir a Inglaterra. Siento que una luz se enciende en mi interior: la luz incandescente de la felicidad.

—Después París.

¿Qué?

—Y finalmente el sur de Francia.

¡wow!

—Sé que siempre has soñado con ir a Europa —me dice en voz baja—. Quiero hacer que tus sueños se conviertan en realidad, Luhan.

—Tú eres mi sueño hecho realidad, Jongin.

—Lo mismo digo, joven Kim —me susurra.

Oh, Dios mío…

—Abróchate el cinturón.

Le sonrío y hago lo que me ha dicho.

Mientras el avión se encamina a la pista, nos bebemos el champán sonriéndonos bobaliconamente. No me lo puedo creer. Con veintidós años por fin voy a salir de Corea para ir a Europa, a Londres para ser más exactos.

Después de despegar Luna nos sirve más champán y nos prepara el banquete nupcial. Y menudo banquete: salmón ahumado seguido de perdiz asada con ensalada de judías verdes y patatas dauphinoise, todo cocinado y servido por la tremendamente eficiente Luna.

—¿Quiere postre, señor Kim? —le pregunta.

Niega con la cabeza y se pasa un dedo por el labio inferior mientras me mira inquisitivamente con una expresión oscura e inescrutable.

—No, gracias —murmura sin romper el contacto visual conmigo.

Cuando Luna se retira, sus labios se curvan en una sonrisita secreta.

—La verdad —vuelve a murmurar— es que había planeado que el postre fueras tú.

Oh… ¿aquí?

—Vamos —me dice levantándose y tendiéndome la mano. Me guía hasta el fondo de la cabina.

—Hay un baño ahí —dice señalando una puertecita, pero sigue por un corto pasillo hasta cruzar una puerta que hay al final.

Vaya… un dormitorio. Esta habitación también es de madera de arce y está decorada con colores crema.

La cama de matrimonio está cubierta de cojines de color dorado y marrón. Parece muy cómoda. Jongin se gira y me rodea con sus brazos sin dejar de mirarme.

—Vamos a pasar nuestra noche de bodas a diez mil metros de altitud. Es algo que no he hecho nunca.

Otra primera vez. Me quedo mirándole con la boca abierta y el corazón martilleándome en el pecho… el club de la milla. He oído hablar de él.

—Pero primero tengo que quitarte ese traje tan fabuloso.

Le brillan los ojos de amor y de algo más oscuro, algo que me encanta y que despierta a la diosa que llevo dentro. Empiezo a quedarme sin aliento.

—Vuélvete. —Su voz es baja, autoritaria y tremendamente sexy.

¿Cómo puede una sola palabra encerrar tantas promesas? Obedezco de buen grado y sus manos suben hasta mi pelo. Me va quitando las horquillas, una tras otra. Sus dedos expertos acaban con la tarea en un santiamén. El pelo me va cayendo sobre los hombros, cabello tras cabello. Intento quedarme muy quieto, pero deseo con todas mis fuerzas su contacto. Después de este día tanexcitante, aunque largo y agotador, le deseo, deseo todo su cuerpo.

—Tienes un pelo precioso, Lu. —Tiene la boca junto a mi oído y siento su aliento aunque no me toca con los labios. Cuando ya no me quedan horquillas, me peina un poco con los dedos y me masajea suavemente la cabeza.

Oh, Dios mío… Cierro los ojos mientras disfruto de la sensación. Sus dedos siguen recorriendo mi pelo y después me lo agarra y me tira un poco para obligarme a echar atrás la cabeza y exponer la garganta.

—Eres mío —suspira. Me tira del lóbulo de la oreja con los dientes.

Yo dejo escapar un gemido.

—Silencio —me ordena.

Me aparta el pelo y, siguiendo con un dedo el borde de la camisa del traje, recorre la parte alta de mi espalda de un hombro a otro. Me estremezco por la anticipación. Me da un beso tierno en la clavicula justo encima del primer botón de la camisa.

—Eres tan guapo… —dice mientras me desabrocha con destreza el primer botón—. Hoy me has hecho el hombre más feliz del mundo. —Con una lentitud infinita me va desabrochando los botones uno a uno, bajando por todo mi pecho—. Te quiero muchísimo. —Va encadenando besos desde mi nuca hasta el extremo del hombro. Después de cada beso murmura una palabra—: Te. Deseo. Mucho. Quiero. Estar. Dentro. De. Ti. Eres. Mío.

Las palabras me resultan embriagadoras. Cierro los ojos y ladeo el cuello para facilitarle el acceso y voy cayendo cada vez más profundamente bajo el hechizo de Kim Jongin, mi marido.—Mío —repite en un susurro. Me va deslizando la camisa por los brazos hasta que cae a mis pies—. Vuélvete —me pide de nuevo con la voz ronca. Lo hago y él da un respingo.

Llevo puesto un bóxer con tirantes, como los bomberos. Los ojos de Jongin me recorren el cuerpo ávidamente, pero no dice nada. Se limita a mirarme con los ojos muy abiertos por el deseo.

—¿Te gusta? —le pregunto en un susurro, consciente del tímido rubor que me está apareciendo en las mejillas.

—Más que eso, nene. Estás sensacional. Ven. —Me tiende la mano para ayudarme a desprenderme de lo que queda de mi traje—. No te muevas —murmura, y sin apartar sus ojos cada vez más oscuros de los míos, recorre con el dedo corazón la línea de los tirantes. Mi respiración se acelera y él repite el recorrido sobre la línea que rodea mi cadera.  Ese dedo travieso está provocándome escalofríos por toda la espalda. Se detiene y gira el dedo índice en el aire indicándome que dé una vuelta.

Ahora mismo haría cualquier cosa que me pidiera.

—Para —dice. Estoy de espaldas a él, mirando a la cama. Me rodea la cintura con el brazo, apretándome contra él, y me acaricia el cuello. Muy suavemente hace círculos sobre mis pezones con los pulgares—. Mío—me susurra.

—Tuyo —jadeo yo.

Abandona mis pezones y recorre con las manos mi estómago, mi vientre y después sigue bajando por los muslos y pasa casi rozándome el sexo. Ahogo un gemido. Mete los dedos por debajo de las tiras del bóxer y con su destreza habitual, los jala para que reboten sobre mi piel, generando un estremecimiento en mi. Ahora sus manos se dirigen a mi culo.

—Mío —repite con las manos extendidas sobre mis nalgas y las puntas de los dedos rozándome la entrada. —Ah.

—Jongin. —Jadeo. Se inclina y aparta la colcha de la cama. —Siéntate.

Lo hago totalmente hipnotizado por sus palabras. Jongin se arrodilla a mis pies y me quita con suavidad los zapatos de Jimmy Choo.

—Esto es como desenvolver los regalos de Navidad. —Me sonríe y me mira a través de sus largas pestañas oscuras.

—Un regalo que ya tenías…

Frunce el ceño contrariado.

—Oh no, nene. Ahora eres mío de verdad.

— Jongin, he sido tuyo desde que te dije que sí. —Me inclino hacia él y le rodeo con las manos esa cara que tanto amo—. Soy tuyo. Siempre seré tuyo, esposo mío. Pero ahora mismo creo que llevas demasiada ropa. —Me agacho todavía más para besarlo y él viene a mi encuentro, me besa en los labios y me coge la cabeza mientras enreda los dedos en mi pelo.

—Lu —jadea—. Mi Lu. —Sus exigentes labios se unen con los míos una vez más. Su lengua es invasivamente persuasiva.

—La ropa —susurro.

Nuestras respiraciones se mezclan mientras tiro del chaleco. A él le cuesta quitárselo, así que tiene que liberarme un momento. Se detiene y me mira con los ojos muy abiertos, llenos de deseo.

—Déjame, por favor. —Mi voz suena suave y sensual. Quiero desnudar a mi marido, a mi Cincuenta.

Se sienta sobre los talones y yo me acerco para cogerle la corbata (la corbata gris plateada, mi favorita), suelto el nudo lentamente y se la quito. Levanta la barbilla para dejarme desabrochar el botón superior de la camisa blanca. Cuando lo consigo, paso a los gemelos. Lleva unos gemelos de platino grabados con una L y una J entrelazadas: mi regalo de boda. Cuando se los quito, me los coge de la mano y cierra la suya sobre ellos. Le da un beso a esa mano y después se los guarda en el bolsillo de los pantalones.

—Qué romántico, señor Kim.

—Para usted, joven Kim, solo corazones y flores. Siempre.

Le cojo la mano y le miro a través de las pestañas mientras le doy un beso a su sencilla alianza de platino. Gime y cierra los ojos.

—Lu —susurra, y mi nombre es como una oración.

Alzo las manos para ocuparme del segundo botón y, repitiendo lo que él me ha hecho a mí hace unos minutos, le doy un suave beso en el pecho después de desabrochar cada botón. Entre los besos voy intercalando palabras.

—Tú. Me. Haces. Muy. Feliz. Te. Quiero.

Vuelve a gemir y en un movimiento rapidísimo me agarra por la cintura y me sube a la cama. Él me acompaña un segundo después. Sus labios encuentran los míos y me rodea la cara con las manos para mantenerme quieto mientras nuestras lenguas se regodean la una de la otra. De repente Jongin se aparta y se queda de rodillas, dejándome sin aliento y deseando más.

—Eres tan precioso… esposo mío. —Me recorre las piernas con las manos y me agarra el pie izquierdo—.

Tienes unas piernas espectaculares. Quiero besar cada centímetro de ellas. Empezando por aquí. —Me da un beso en el dedo gordo y después me araña la yema de ese dedo con los dientes.

Todo lo que hay por debajo de mi cintura se estremece. Desliza la lengua por el arco del pie. Después empieza a morderme en el talón y va subiendo hasta el tobillo. Recorre el interior de mi pantorrilla dándome besos, unos besos suaves y húmedos. Me retuerzo bajo su cuerpo.

—Quieto, joven Kim—me advierte, y sin previo aviso me gira para dejarme boca abajo y continúa su viaje de placer recorriendo con la boca la parte posterior de las piernas, los muslos, el culo… y entonces se detiene. Gimo.

—Por favor…

—Te quiero desnudo —murmura, y me va bajando lentamente las tirantas dejándolas colgadas a mis costados, él desliza la lengua por toda la longitud de mi espalda.

—Jongin, por favor.

—¿Qué quiere, joven Kim? —Sus palabras son dulces y las oigo muy cerca de mi oído. Está casi tumbado sobre mí. Puedo sentir su erección contra mis nalgas.

—A ti.

—Y yo a ti, mi amor, mi vida… —me susurra.

Se coloca de pie rápidamente y en un movimiento de lo más eficiente se quita a la vez los pantalones y los bóxer y se queda gloriosamente desnudo, cerniéndose sobre mí, listo para lo que va a venir. La pequeña cabina queda eclipsada por su impresionante belleza, su deseo y su necesidad de tenerme. Se inclina y me quita el boxer. Después me mira.

—Mío —pronuncia.

—Por favor —le suplico.

Él me sonríe; una sonrisa lasciva, perversa y tentadora. Una sonrisa muy propia de mi Cincuenta.

Sube a cuatro patas a la cama y va recorriendo mi pierna derecha esta vez, llenándola de besos… Hasta que llega al vértice entre mis muslos. Me abre bien las piernas.

—Ah… esposo mío —susurra antes de poner la boca sobre mi piel. Cierro los ojos y me rindo a esa lengua mucho más que hábil. Meagarro de la sabana  con las manos mientras mis caderas oscilan y se balancean. Me las sujeta para que me quede quieto, pero no detiene esa deliciosa tortura. Estoy cerca, muy cerca.

—Jongin … —gimo con fuerza.

—Todavía no —jadea y asciende por mi cuerpo para hundirme la lengua en mi entrada.

—¡No! —¡Maldita sea! Siento su sonrisa contra mis nalgas pero no interrumpe su viaje hacia el norte.

—Qué impaciente, joven Kim. Tenemos hasta que aterricemos en la isla Esmeralda. —Se separa me medio voltea. Me coge el pezón izquierdo entre los labios y tira de él. No deja de mirarme mientras me martiriza y sus ojos están tan oscuros como una tormenta tropical.

Oh, madre mía… Se me había olvidado. Europa…

—Te deseo, esposo. Por favor.

Se coloca sobre mí, cubriéndome con su cuerpo y descansando el peso en los codos. Me acaricia la nariz con la suya y yo recorro con las manos su espalda fuerte y flexible hasta llegar a su culo extraordinario.

— joven Kim… esposo. Estoy aquí para complacerlo. —Me roza con los labios y vuelve a dejarme boca abajo —. Te quiero.

—Yo también te quiero.

—Abre los ojos. Quiero verte.

—Jongin… ah… —grito cuando entra lentamente en mi interior.

—Lu, oh, Lu… —jadea Jongin y empieza a moverse.

—¿Qué diablos crees que estás haciendo? —grita Jongin, despertándome de ese sueño tan placentero.

Está de pie, mojado y hermoso, a los pies de mi tumbona mirándome fijamente.

¿Qué he hecho? Oh, no… Estoy boca arriba. No, no, no. Y él está furioso. Mierda. Está hecho una verdadera furia.

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