top of page

Cap 11 a

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Con elegante soltura, Jongin le da a la bola blanca y esta se desliza sobre la mesa, roza suavemente la negra y oh… muy despacio, la negra sale rodando, vacila en el borde y finalmente cae en la tronera superior derecha de la mesa de billar. Maldición.

Él se yergue, y en su boca se dibuja una sonrisa de triunfo tipo «Te tengo a mi merced, Xiao». Baja el taco y se acerca hacia mí pausadamente, con el cabello revuelto, sus vaqueros y su camiseta blanca. No tiene aspecto de presidente ejecutivo: parece un chico malo de un barrio peligroso. Madre mía, está terriblemente sexy.

—No tendrás mal perder, ¿verdad? —murmura sin apenas disimular la sonrisa.

—Depende de lo fuerte que me pegues —susurro, agarrándome al taco para apoyarme.

Me lo quita y lo deja a un lado, introduce los dedos en el escote de mi blusa y me atrae hacia el.

—Bien, enumeremos las faltas que has cometido, joven Xiao. —Y cuenta con sus dedos largos—. Uno, darme celos con mi propio personal. Dos, discutir conmigo sobre el trabajo. Y tres, contonear tu delicioso trasero delante de mí durante estos últimos veinte minutos.

En sus ojos grises brilla una tenue chispa de excitación. Se inclina y frota su nariz contra la mía.

—Quiero que te quites los pantalones y esta camisa tan provocativa. Ahora.

Me planta un beso leve como una pluma en los labios, se encamina sin ninguna prisa hacia la puerta y la cierra con llave.

Cuando se da la vuelta y me clava la mirada, sus ojos arden. Yo me quedo totalmente paralizado como un zombi, con el corazón desbocado, la sangre hirviendo, incapaz de mover un músculo. Y lo único que puedo pensar es: Esto es por él… repitiéndose en mi mente como un mantra una y otra vez.

—La ropa, Luhan. Parece ser que aún la llevas puesta. Quítatela… o te la quitaré yo.

—Hazlo tú.

Por fin he recuperado la voz, y suena grave y febril. Jongin sonríe encantado.

—Oh, joven Xiao. No es un trabajo muy agradable, pero creo que estaré a la altura.

—Por lo general está siempre a la altura, señor Kim.

Arqueo una ceja y él sonríe.

—Vaya, joven Xiao , ¿qué quiere decir?

Al acercarse a mí, se detiene en una mesita empotrada en una de las estanterías. Alarga la mano y coge una regla de plástico transparente de unos treinta centímetros. La sujeta por ambos extremos y la dobla, sin apartar los ojos de mí.

Oh, Dios… el arma que ha escogido. Se me seca la boca.

De pronto estoy acalorado y sofocado y mi miembro ha despertado. Únicamente Jongin puede excitarme solo con mirarme y flexionar una regla. Se la mete en el bolsillo trasero de sus vaqueros y camina tranquilamente hacia mí, sus oscuros ojos cargados de expectativas. Sin decir palabra, se arrodilla delante de mí y empieza a desatarme las Converse, con rapidez y eficacia, y me las quita junto con los calcetines. Yo me apoyo en el borde de la mesa de billar para no caerme. Al mirarle durante todo el proceso, me sobrecoge la profundidad del sentimiento que albergo por este hombre tan hermoso e imperfecto. Le amo.

 

Me agarra de las caderas, introduce los dedos por la cintura de mis vaqueros y desabrocha el botón y la cremallera. Me observa a través de sus largas pestañas, con una sonrisa extremadamente salaz, mientras me despoja poco a poco de los pantalones. Yo doy un paso a un lado y los dejo en el suelo, encantado de llevar estos boxers blancos, y él me aferra por detrás de mis piernas y desliza la nariz por el vértice de mis muslos. Estoy a punto de derretirme.

—Me apetece ser brusco contigo, Lu. Tú tendrás que decirme que pare si me excedo—murmura.

Oh, Dios… besa mi miembro sobre la tela. Yo gimo suavemente.

—¿Palabra de seguridad? —susurro.

—No, palabra de seguridad, no. Solo dime que pare y pararé. ¿Entendido? —Vuelve a besarme, sus labios me acarician. Oh, es una sensación tan maravillosa… Se levanta, con la mirada intensa—. Contesta —ordena con voz de terciopelo.

—Sí, sí, entendido.

Su insistencia me confunde.

—Has estado enviándome mensajes y emitiendo señales contradictorias durante todo el día, Luhan —dice—. Me dijiste que te preocupaba que hubiera perdido nervio. No estoy seguro de qué querías decir con eso, y no sé hasta qué punto iba en serio, pero ahora lo averiguaremos. No quiero volver al cuarto de juegos todavía, así que ahora podemos probar esto. Pero si no te gusta, tienes que prometerme que me lo dirás.

 

Una ardorosa intensidad, fruto de su ansiedad, sustituye a su anterior arrogancia.

Oh, no, por favor, no estés ansioso, Jongin.

—Te lo diré. Sin palabra de seguridad —repito para tranquilizarle.

—Somos amantes, Luhan. Los amantes no necesitan palabras de seguridad. —Frunce el ceño—. ¿Verdad?

—Supongo que no —murmuro. Madre mía… ¿cómo voy a saberlo?—. Te lo prometo.

 

Busca en mi rostro alguna señal de que a mi convicción le falte coraje, y yo me siento nervioso, pero excitado también. Me hace muy feliz hacer esto, ahora que sé que él me quiere.

 

Para mí es muy sencillo, y ahora mismo no quiero pensarlo demasiado.

Poco a poco aparece una enorme sonrisa en su cara. Empieza a desabrocharme la camisa y sus diestros dedos terminan enseguida, pero no me la quita. Se inclina y coge el taco. Oh, Dios ¿qué va a hacer con eso? Me estremezco de miedo.

—Juega muy bien, joven Xiao. Debo decir que estoy sorprendido. ¿Por qué no metes la bola negra? Se me pasa el miedo y hago un pequeño mohín, preguntándome por qué tiene que sorprenderse este cabrón sexy y arrogante. La diosa que llevo dentro está calentando en segundo plano, haciendo sus ejercicios en el suelo… con una sonrisa henchida de satisfacción.

 

Yo coloco la bola blanca. Jongin da una vuelta alrededor de la mesa y se pone detrás de mí cuando me inclino para hacer mi tirada. Pone la mano sobre mi muslo derecho y sus dedos me recorren la pierna, arriba y abajo, hasta el culo y vuelven a bajar con una leve caricia.

—Si sigues haciendo eso, fallaré —musito con los ojos cerrados, deleitándome en la sensación de sus manos sobre mí.

—No me importa si fallas o no, nene. Solo quería verte así: medio vestido, recostado sobre mi mesa de billar. ¿Tienes idea de lo erótico que estás en este momento?

Enrojezco, y la diosa que llevo dentro sujeta una rosa entre los dientes y empieza a bailar un tango. Inspiro profundamente e intento no hacerle caso, y me coloco para tirar. Es imposible. Él me acaricia el trasero, una y otra vez. —Superior izquierda —digo en voz baja, y le doy a la bola.

 

Él me pega un cachete, fuerte, directamente sobre las nalgas. Es algo tan inesperado que chillo. La blanca golpea la negra, que rebota contra el almohadillado de la tronera y se sale. Jongin vuelve a acariciarme el trasero.

—Oh, creo que has de volver a intentarlo —susurra—. Tienes que concentrarte, Luhan.

 

Ahora jadeo, excitado por este juego. Él se dirige hacia el extremo de la mesa, vuelve a colocar la bola negra, y luego hace rodar la blanca hacia mí. Tiene un aspecto tan carnal, con sus ojos oscuros y una sonrisa maliciosa… ¿Cómo voy a resistirme a este hombre? Cojo la bola y la alineo, dispuesta a tirar otra vez.

 

—Eh, eh —me advierte—. Espera.

Oh, le encanta prolongar la agonía. Vuelve otra vez y se pone detrás de mí. Y cierro los ojos cuando empieza a acariciarme el muslo izquierdo esta vez, y después el trasero nuevamente.

—Apunta —susurra.

 

No puedo evitar un gemido, el deseo me retuerce las entrañas. E intento, realmente intento, pensar en cómo darle a la bola negra con la blanca. Me inclino hacia la derecha, y él me sigue.

 

Vuelvo a inclinarme sobre la mesa, y utilizando hasta el último vestigio de mi fuerza interior, que ha disminuido considerablemente desde que sé lo que pasará en cuanto golpee la bola blanca, apunto y tiro otra vez. Jongin vuelve a azotarme otra vez, fuerte.

¡Ay! Vuelvo a fallar.

 

—¡Oh, no! —me lamento.

 

—Una vez más, nene. Y, si fallas esta vez, haré que recibas de verdad.

¿Qué? ¿Recibir qué? Coloca otra vez la bola negra y se acerca de nuevo, tremendamente despacio, hasta donde estoy, se queda detrás de mí y vuelve a acariciarme el trasero.

—Vamos, tú puedes —me anima.

No… no cuando tú me distraes así. Echo las nalgas hacia atrás hasta encontrar su mano, y él me da un leve cachete.

—¿Impaciente, joven Xiao?

Sí. Te deseo.

—Bien, acabemos con esto.

Me baja con delicadeza los boxers por los muslos y me los quita. No veo lo que hace con

Ellos, pero me deja con la sensación de estar muy expuesto, y me planta un beso suave en cada nalga.

—Tira, nene.

Quiero gimotear, está muy claro que no lo conseguiré. Sé que voy a fallar. Alineo la blanca, le pego y, por culpa de la impaciencia, fallo el golpe a la negra de forma flagrante. Espero el azote… pero no llega. En lugar de eso, él se inclina directamente encima de mí, me recuesta sobre la mesa, me quita el taco de la mano y lo hace rodar hasta la banda. Le noto, duro, contra mi trasero.

—Has fallado —me dice bajito al oído. Tengo la mejilla contra el tapete—. Pon las manos planas sobre la mesa. Hago lo que me dice.

—Bien. Ahora voy a pegarte, y así la próxima vez a lo mejor no fallas.

Se mueve y se coloca a mi izquierda, con su erección pegada a mi cadera.

Gimo y siento el corazón en la garganta. Empiezo a respirar entrecortadamente y un escalofrío ardiente e intenso corre por mis venas. Él me acaricia el culo y coloca la otra mano ahuecada sobre mi nuca, sus dedos agarrándome el cabello, mientras con el codo me presiona la espalda hacia abajo. Estoy completamente indefenso.

—Abre las piernas —murmura, y yo vacilo un momento.

Y él me pega fuerte… ¡con la regla! El ruido es más fuerte que el dolor, y me coge por sorpresa. Jadeo, y vuelve a pegarme.

—Las piernas —ordena.

Abro las piernas, jadeando. La regla me golpea de nuevo. Ay… escuece, pero el chasquido contra la piel suena peor de lo que es en realidad.

Cierro los ojos y absorbo el dolor. No es demasiado terrible, y la respiración de Jongin se intensifica. Me pega una y otra vez, y gimo. No estoy seguro de cuántos azotes más podré soportar… pero el oírle, saber lo excitado que está, alimenta mi propio deseo y mi voluntad de seguir. Estoy pasando al lado oscuro, a un lugar de mi psique que no conozco bien, pero que ya he visitado antes, en el cuarto de juegos… con la experiencia Tallis. La regla vuelve a golpearme, y gimo en voz alta. Y Jongin responde con un gruñido. Me pega otra vez… y otra… y una más… más fuerte esta vez… y hago un gesto de dolor.

—Para.

 

La palabra sale de mi boca antes de darme cuenta de que la he dicho. Jongin deja la regla inmediatamente y me suelta.

—¿Ya basta?

—Sí.

—Ahora quiero follarte —dice con voz tensa.

—Sí —murmuro, anhelante.

Él se desabrocha la cremallera, mientras yo gimo tumbado sobre la mesa, sabiendo que será brusco.

Me maravilla una vez más cómo he llevado —y sí, disfrutado— lo que ha hecho hasta este momento. Es muy turbio, pero es muy él.

Desliza dos dedos dentro de mí y los mueve en círculos. La sensación es exquisita. Cierro los ojos, deleitándome con la sensación. Oigo cómo rasga el envoltorio, y ya está detrás de mí, entre mis piernas, separándolas más.

Se hunde en mi interior lentamente. Sujeta con firmeza mis caderas, vuelve a salir de mí, y esta vez me penetra con fuerza haciéndome gritar. Se queda quieto un momento.

—¿Otra vez? —dice en voz baja.

—Sí… estoy bien. Déjate llevar… llévame contigo —murmuro sin aliento.

Con un quejido ronco, sale de nuevo y entra de golpe en mí, y lo repite una y otra vez lentamente, con un ritmo deliberado de castigo, brutal, celestial.

Oh… Mis entrañas empiezan a acelerarse. Él lo nota también, e incrementa el ritmo, empuja más, más deprisa, con mayor dureza… y sucumbo, y exploto en torno a él en un orgasmo devastador que me arrebata el alma y me deja exhausto y derrotado.

Apenas soy consciente de que Jongin también se deja ir, gritando mi nombre, con los dedos clavados en mis caderas, y luego se queda quieto y se derrumba sobre mí. Nos deslizamos hasta el suelo, y me acuna en sus brazos.

—Gracias, cariño —musita, cubriendo mi cara ladeada de besos dulces y livianos. Abro los ojos y los levanto hacia él, y me abraza con más fuerza.

—Tienes una rozadura en la mejilla por culpa del tapete —susurra, y me acaricia la cara con ternura—. ¿Qué te ha parecido?

Sus ojos están muy abiertos, cautelosos.

—Intenso, delicioso. Me gusta brutal, Jongin, y también me gusta tierno. Me gusta que sea contigo. Él cierra los ojos y me abraza aún más fuerte. Madre mía. Estoy exhausto.

—Tú nunca fallas, Lu. Eres precioso, inteligente, audaz, divertido, sexy, y agradezco todos los días a la divina providencia que fueras tú quien vino a entrevistarme y no Lee Taemin. —Me besa el pelo. Yo sonrío y bostezo pegado a su pecho—. Pero ahora estás muy cansado —continúa—. Vamos. Un baño y a la cama.

* * *

Estamos en la bañera de Jongin, uno frente al otro, cubiertos de espuma hasta la barbilla, envueltos en el dulce aroma del jazmín. Jongin me masajea los pies, por turnos. Es tan agradable que debería ser ilegal.

—¿Puedo preguntarte una cosa?

—Claro. Lo que sea, Lu, ya lo sabes.

Suspiro profundamente y me incorporo sentado con un leve estremecimiento.

—Mañana, cuando vaya a trabajar, ¿puede Shindong limitarse a dejarme en la puerta de la oficina y pasar a recogerme al final del día? Por favor, Jongin, por favor —le pido. Sus manos se detienen y frunce el ceño.

—Creía que estábamos de acuerdo en eso —se queja.

—Por favor —suplico.

—¿Y a la hora de comer qué?

—Ya me prepararé algo aquí y así no tendré que salir, por favor.

Me besa el empeine.

—Me cuesta mucho decirte que no —murmura, como si creyera que es una debilidad por su parte—. ¿De verdad que no saldrás?

—No.

—De acuerdo.

Yo le sonrío, radiante.

—Gracias.

Me apoyo sobre las rodillas, haciendo que el agua se derrame por todas partes, y le beso.

—De nada, joven Xiao. ¿Cómo está tu trasero?

—Dolorido, pero no mucho. El agua me calma.

—Me alegro de que me dijeras que parara —dice, y me mira fijamente.

—Mi trasero también. Sonríe.

* * *

Me tiendo en la cama, muy cansado. Solo son las diez y media, pero me siento como si fueran las tres de la madrugada. Este ha sido uno de los fines de semana más agotadores de mi vida.

—¿La señorita Acton no incluyó ningún camisón? —pregunta Jongin con un deje

reprobatorio cuando me mira.

—No tengo ni idea. Me gusta llevar tus camisetas —balbuceo, medio dormido.

Relaja el gesto, se inclina y me besa la frente.

—Tengo trabajo. Pero no quiero dejarte solo. ¿Puedo usar tu portátil para conectarme con el despacho? ¿Te molestaré si me quedo a trabajar aquí?

—No es mi portátil. Y me duermo.

* * *

Suena la alarma, despertándome de golpe con la información del tráfico. Jongin sigue durmiendo a mi lado. Me froto los ojos y echo un vistazo al reloj. Las seis y media… demasiado temprano.

Fuera llueve por primera vez desde hace siglos, y hay una luz amarillenta y tenue. Me siento muy a gusto y cómodo en este inmenso monolito moderno, con Jongin a mi lado. Me desperezo y me giro hacia el delicioso hombre que está junto a mí. Él abre los ojos de golpe y parpadea, medio dormido.

—Buenos días. Sonrío, le acaricio la cara y me inclino para besarle.

—Buenos días, nene. Normalmente me despierto antes de que suene el despertador —murmura, asombrado.

—Está puesto muy temprano.

—Así es, joven Xiao. —Jongin sonríe de oreja a oreja—. Tengo que levantarme.

Me besa y sale de la cama. Yo vuelvo a dejarme caer sobre las almohadas. Vaya, despertarme un día laborable al lado de Kim Jongin. ¿Cómo ha ocurrido esto? cierro los ojos y me quedo adormilado.

—Venga, dormilón, levanta.

Jongin se inclina sobre mí. Está afeitado, limpio, fresco… mmm, qué bien huele. Lleva una camisa blanca impoluta y traje negro, sin corbata: el señor presidente ha vuelto. Dios bendito, qué guapo está así también.

—¿Qué pasa? —pregunta.

—Ojalá volvieras a la cama.

Separa los labios, sorprendido por mi insinuación, y sonríe casi con timidez.

—Es usted insaciable, joven Xiao. Por seductora que resulte la idea, tengo una reunión a las ocho y media, así que tengo que irme enseguida.

Oh, me he quedado dormido, una hora más o menos. Maldita sea. Salto de la cama, ante la expresión divertida de Jongin.

Me ducho y me visto a toda prisa, y me pongo la ropa que preparé anoche: un pantalon gris perla muy favorecedor, una camisa de seda gris claro y zapatos negros  altos, todo ello parte de mi nuevo guardarropa. Me cepillo el pelo y luego salgo de la enorme habitación, sin saber realmente qué me espera. ¿Cómo voy a ir al trabajo? Jongin está tomando café en la barra del desayuno. La señora Jones está en la cocina haciendo tortitas y friendo beicon.

—Estás muy guapo —murmura Jongin.

Me pasa un brazo alrededor y me besa bajo la oreja. Por el rabillo del ojo, observo que la señora Jones sonríe. Me ruborizo.

—Buenos días, joven Xiao —dice ella, y me pone las tortitas y el beicon delante.

—Oh, gracias. Buenos días —balbuceo.

Madre mía, no me costaría nada acostumbrarme a esto.

—El señor Kim dice que le gustaría llevarse el almuerzo al trabajo. ¿Qué le apetecería comer? Miro de reojo a Jongin, que hace esfuerzos por no sonreír. Entorno los ojos.

—Un sándwich… ensalada. La verdad, no me importa —digo esbozando una amplia sonrisa a la señora Jones.

—Ya improvisaré una bolsa con el almuerzo para usted, joven.

—Por favor, señora Jones, llámeme Lu.

—Lu.

Sonríe y se da la vuelta para prepararme un té.

Vaya… esto es una gozada.

Me doy la vuelta y ladeo la cabeza mirando a Jongin, desafiándole: venga, acúsame de coquetear con la señora Jones.

—Tengo que irme, cariño. Sungmin vendrá a recogerte y te dejará en el trabajo con Shindong.

—Solo hasta la puerta.

—Sí. Solo hasta la puerta. —Jongin pone los ojos en blanco—. Pero ve con cuidado.

Yo echo un vistazo alrededor y atisbo a Sungmin en la puerta de entrada. Jongin se pone de pie, me coge la barbilla y me besa.

—Hasta luego, nene.

—Que tengas un buen día en la oficina, cariño —digo a sus espaldas.

Él se vuelve, me deslumbra con su maravillosa sonrisa, y luego se va. La señora Jones me ofrece una taza de té, y de golpe me siento incómodo por estar aquí los dos solos.

—¿Cuánto hace que trabaja para Jongin? —pregunto, pensando que debo darle conversación.

—Unos cuatro años —contesta amablemente, y empieza a prepararme la bolsa del almuerzo.

—¿Sabe?, puedo hacerlo yo… —musito, avergonzado de que tenga que hacer esto para mí.

—Usted cómase el desayuno, Lu. Este es mi trabajo, y me gusta. Es agradable ocuparse de alguien aparte del señor Sungmin y el señor Kim.

Y me dedica una mirada llena de dulzura. Mis mejillas enrojecen de placer, y siento ganas de acribillar a preguntas a esta mujer. Debe de saber tanto sobre Cincuenta… Sin embargo, a pesar de su actitud amable y cordial, también es

muy profesional. Sé que si empiezo a interrogarla, solo conseguiré incomodarnos a los dos, de manera que termino de desayunar en un confortable silencio, interrumpido únicamente por sus preguntas sobre mis preferencias gastronómicas.

Veinticinco minutos después, Shindong aparece en la entrada del salón. Me he cepillado los dientes y estoy listo para irme. Cojo mi bolsa de papel marrón con el almuerzo; ni siquiera recuerdo que mi madre hiciera esto por mí. Shindong y yo bajamos en ascensor hasta la planta baja. Él también se muestra muy taciturno, inexpresivo. Sungmin espera sentado al volante del Audi, y yo subo al asiento de atrás en cuanto Shindong me abre la puerta.

—Buenos días, Sungmin —digo, animoso.

—Jóven Xiao. Sonríe.

—Sungmin, lamento lo de ayer y mis comentarios inapropiados. Espero no haberte causado problemas.

Sungmin me mira con semblante perplejo por el espejo retrovisor, mientras se incorpora al tráfico de Seúl.

—Joven Xiao, yo no suelo tener problemas —dice para tranquilizarme.

Ah, bien. Quizá Jongin no le reprendió. Solo fue a mí, entonces, pienso con amargura.

—Me alegra saberlo, Sungmin.

 

Julien me mira, examinando mi aspecto, mientras me dirijo hacia mi escritorio.

—Buenos días, Lu. ¿El fin de semana, bien?

—Sí, gracias. ¿Y el tuyo?

—Ha estado bien. Toma asiento… tengo trabajo para ti.

Me siento frente al ordenador. Parece que lleve años sin acudir al trabajo. Lo conecto y abro el correo electrónico… y, naturalmente, hay un e-mail de Jongin.

 

De: Kim  Jongin

Fecha: 13 de julio de 2014 08:24

Para: Xiao Luhan

Asunto: Jefe

 

Buenos días, joven Xiao.

Solo quería darle las gracias por un fin de semana maravilloso, a pesar de todo el drama. Espero que no se marche, nunca.

Y solo recordarle que las novedades sobre SIP no pueden comunicarse hasta dentro de cuatro semanas.

Borre este e-mail en cuanto lo haya leído.

 

Tuyo. Kim Jongin

Presidente de Kim Enterprises Holdings, Inc., jefe del jefe de tu jefe

 

¿Espera que no me marche nunca? ¿Quiere que me vaya a vivir con él? Dios santo… Si apenas le conozco. Aprieto la tecla de borrar.

 

De: Xiao Luhan

Fecha: 13 de julio de 2014 09:03

Para: Kim Jongin

Asunto: Mandón 

Querido señor Kim:

¿Me estás pidiendo que me vaya a vivir contigo? Y, por supuesto, recordaré que la evidencia de tus épicas capacidades de acoso debe permanecer en secreto durante cuatro semanas.

¿Extiendo un cheque a nombre de Afrontarlo Juntos y se lo mando a tu padre? Por favor, no borres este e-mail. Por favor, contéstalo.

TQ xxx

 

Xiao Luhan

Ayudante de Julien Kang, editor de SIP

 

—¡Lu!

El grito de Julien me hace dar un salto.

—Sí.

Me sonrojo y él me mira con el ceño fruncido.

—¿Todo bien?

—Claro.

Me levanto con cierta dificultad y voy a su despacho con la libreta de notas.

—Bien. Como seguramente recuerdas, el jueves voy a ese Simposio sobre Ficción en Namdaemun. Tengo los billetes y la reserva, pero me gustaría que vinieras conmigo.

—¿A Namdaemun?

—Sí. Tendríamos que irnos el miércoles y pasar allí la noche. Creo que será una experiencia muy instructiva para ti. —Sus ojos se oscurecen cuando dice esto, pero sonríe educadamente—.

¿Podrías ocuparte de organizar todo lo necesario para el viaje? ¿Y de reservar una habitación adicional en el hotel donde me alojaré? Creo que Sung Young, mi anterior ayudante, dejó la información necesaria por ahí.

—De acuerdo —digo, esbozando una débil sonrisa.

Maldición. Vuelvo a mi mesa. Esto no le sentará bien a Cincuenta… pero lo cierto es que quiero ir. Parece una auténtica oportunidad, y estoy seguro de que puedo mantener a Julien a raya si tiene intenciones ocultas. En mi ordenador está la respuesta de Jongin.

 

De: Kim  Jongin

Fecha: 13 de julio de 2014 09:07

Para: Xiao Luhan

Asunto: ¿Mandón, yo?

Sí. Por favor.

 

Kim Jongin

Presidente de Kim Enterprises Holdings, Inc.

 

Vaya… quiere que me vaya a vivir con él. Oh, Jongin … es demasiado pronto. Me cojo la cabeza entre las manos e intento recuperar la cordura. Es lo que necesito después de mi extraordinario fin de semana. No he tenido un momento para pensar y tratar de entender todo lo que he experimentado y descubierto estos dos últimos días.

 

De: Xiao Luhan

Fecha: 13 de julio de 2014 09:20

Para: Kim Jongin

Asunto: Flynnismos

Jongin:

¿Qué pasó con eso de andar antes de correr? ¿Podemos hablarlo esta noche, por favor?

Me han pedido que vaya a un congreso en Namdaemun el jueves. Supone pasar allí la noche del miércoles. Pensé que debías saberlo.

L x

 

Xiao Luhan

Ayudante de Julien Kang, editor de SIP

De: Kim  Jongin

Fecha: 13 de julio de 2014 09:21

Para: Xiao Luhan

Asunto: ¿QUÉ?

Sí. Hablemos esta noche. ¿Irás solo?

 

Kim Jongin

Presidente de Kim Enterprises Holdings, Inc.

 

De: Xiao Luhan

Fecha: 13 de julio de 2014 09:30

Para:Kim Jongin

Asunto: ¡Nada de Mayúsculas Chillonas ni Gritos un Lunes por la Mañana!

¿Podemos hablar de eso esta noche?

 L x

 

Xiao Luhan

Ayudante de Julien Kang, editor de SIP

 

De: Kim  Jongin

Fecha: 13 de julio de 2014 09:35

Para: Xiao Luhan

Asunto: No Sabes lo que son Gritos Todavía

Dime. Si vas con ese canalla con el que trabajas, entonces la respuesta es no, por encima de mi cadáver.

 

Kim Jongin

Presidente de Kim Enterprises Holdings, Inc.

 

Se me encoge el corazón. Maldita sea… ni que fuera mi padre.

 

De: Xiao Luhan

Fecha: 13 de julio de 2014 09:46

Para:Kim Jongin

Asunto: No, TÚ no sabes lo que son gritos todavía Sí. Voy con Julien.

Yo quiero ir. Lo considero una oportunidad emocionante. Y nunca he estado en Namdaemun. No hagas una montaña de un grano de arena.

 

Xiao Luhan

Ayudante de Julien Kang, editor de SIP

 

De: Kim  Jongin

Fecha: 13 de julio de 2014 09:50

Para: Xiao Luhan

Asunto: No, TÚ no sabes lo que son gritos todavía

Luhan:

No estoy haciendo una montaña de un jodido grano de arena. La respuesta es NO.

 

Kim Jongin

Presidente de Kim Enterprises Holdings, Inc.

 

 

—¡No! —le grito a mi ordenador, haciendo que toda la oficina se paralice y se me quede mirando.

Julien saca la cabeza de su despacho.

—¿Todo bien, Lu?

—Sí. Perdón —musito—. Yo…esto… acabo de perder un documento.

Las mejillas me arden por la vergüenza. Él me sonríe, pero con expresión desconcertada. Respiro profundamente un par de veces y tecleo rápidamente una respuesta. Estoy muy enfadado.

 

De: Xiao Luhan

Fecha: 13 de julio de 2014 09:46

Para:Kim Jongin

Asunto: Cincuenta Sombras

Jongin:

Tienes que controlarte. NO voy a acostarme con Julien: ni por todo el té de China. Te QUIERO. Eso es lo que pasa cuando dos personas se quieren.

CONFÍAN la una en la otra. Yo no pienso que tú vayas a ACOSTARTE, AZOTAR, FOLLAR, o DAR LATIGAZOS a nadie más. Yo tengo FE y CONFIANZA en ti. Por favor,  ten la AMABILIDAD de hacer lo mismo conmigo.

Lu

 

Xiao Luhan

Ayudante de Julien Kang, editor de SIP

 

Permanezco sentado esperando su respuesta. No recibo nada. Llamo a la compañía aérea y reservo mi billete, asegurándome de ir en el mismo vuelo que Julien. Oigo el aviso de un nuevo correo.

 

De: Park Bom

Fecha: 13 de junio de 2011 10:15

Para: Xiao Luhan

Asunto: Cita para almorzar

Querido Luhan:

Me gustaría mucho quedar para comer contigo. Creo que empezamos con mal pie, y me gustaría arreglarlo. ¿Estás libre algún día de esta semana?

 

JungBom

 

 

Ir al cap. anterior

Ir a la siguiente parte.

bottom of page