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Cap 12

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Creía que habías nacido en Seul —le digo. Mi mente no para. ¿Y qué tiene que ver eso con Julien?

Jongin levanta el brazo con el que se estaba tapando la cara, lo estira detrás de él y coge una de las almohadas. Se la pone bajo la cabeza, se acomoda y me mira con expresión cautelosa. Un segundo después niega con la cabeza.

—No. A Minho y a mí nos adoptaron en Daegu. Nos mudamos poco después de mi adopción. Taeyeon quería venir a la costa Oeste, lejos de la expansión urbana descontrolada, y consiguió un trabajo en el Kangnam-Ku Hospital. No tengo apenas recuerdos de entonces. A Minam la adoptaron aquí.

—¿Y Julien es de Daegu?

—Sí.

Oh…

—¿Cómo lo sabes?

—Le investigué cuando tú empezaste a trabajar para él.

Claro, cómo no…

—¿También tienes una carpeta de color marrón con información suya? —Sonrío.

Jongin tuerce la boca pero consigue ocultar su diversión.

—Creo que es azul claro, de hecho. —Sigue peinándome el pelo con los dedos y eso me resulta muy tranquilizador.

—¿Y qué pone en lo que hay dentro de su carpeta?

Jongin parpadea. Después baja la mano para acariciarme la mejilla.

—¿Seguro que quieres saberlo?

—¿Es malo?

Se encoje de hombros.

—Me he enterado de cosas peores —dice.

¡No! ¿Es algo sobre él? Vuelve a mi mente la imagen del niño sucio, asustado y perdido que fue Jongin.

Me acurruco un poco más contra él y le abrazo más fuerte, cubriéndole con la sábana y apoyando mi mejilla contra su pecho.

—¿Qué pasa? —pregunta desconcertado por mi reacción.

—Nada —le respondo.

—No, no, esto tiene que funcionar en las dos direcciones, Lu. ¿Qué te pasa?

Levanto la cabeza y estudio su expresión aprensiva. Vuelvo a poner la mejilla sobre su pecho y decido que tengo que decírselo.

—A veces te imagino como el niño que fuiste… antes de venir a vivir con los Kim.

Jongin se tensa.

—No hablaba de mí. No quiero que sientas lástima por mí, Luhan. Esa parte de mi vida ya no está. Se acabó.

—No siento lástima —le aclaro consternado—. Es compasión y dolor. Dolor de que alguien haya podido hacerle eso a un niño. —Inspiro hondo porque noto que me da un vuelco el estómago y que vuelven a llenárseme los ojos de lágrimas—. Y esa parte de tu vida sí que está, Jongin, ¿cómo puedes decir eso? Vives con tu pasado todos los días. Tú mismo me lo has dicho, las cincuenta sombras más oscuras, ¿recuerdas? —le digo con voz apenas audible. Jongin ríe burlón y se pasa la mano libre por el pelo, pero sigue en silencio y tenso debajo de mí.

—Sé que por eso necesitas controlarme. Mantenerme seguro.

—Pero tú eliges desafiarme —dice frustrado y su mano para de acariciarme el pelo. Frunzo el ceño. Demonios… ¿lo estará haciendo deliberadamente? Mi subconsciente se quita las gafas y muerde una patilla. Después frunce los labios y asiente. La ignoro. Qué confuso es todo: soy su hombre, no su sumiso. Tampoco soy como una empresa que ha comprado. No soy la puta adicta al crack que fue su madre… Joder. Solo de pensarlo me pongo enfermo. Recuerdo las palabras del doctor Flynn: «Limítate a seguir haciendo lo que estás haciendo, Jongin está perdidamente enamorado. Es una delicia verlo».

Y eso es lo que hago. Estoy haciendo lo que he hecho siempre. ¿No es eso lo que le gustó de mí en un primer momento?

Oh, este hombre es tan confuso…

—El doctor Flynn me dijo que debía darte el beneficio de la duda. Y creo que lo he hecho, aunque no estoy seguro. Tal vez es mi manera de traerte al aquí y al ahora, de mantener las distancias con tu pasado —le susurro—. No lo sé. Pero parece que no puedo calibrar si vas a reaccionar exageradamente y cuánto. Se queda callado un momento.

—Joder con Flynn —dice para sí.

—Me dijo que debía seguir comportándome de la misma forma que siempre contigo.

—¿Eso te dijo? —pregunta Jongin con sequedad.

Vale, ahí vamos.

—Jongin, sé que querías a tu madre y no pudiste salvarla. Pero eso no era responsabilidad tuya. Y yo no soy tu madre.

Él se pone tenso otra vez.

—No sigas por ahí —me advierte.

—No, escúchame, por favor. —Levanto la cabeza para mirarle a los ojos llenos de miedo. Está conteniendo la respiración. Oh, Jongin… Se me encoge el corazón—. Yo no soy ella. Soy más fuerte que ella, Soy un maldito chico joder. Y te tengo a ti, que eres mucho más fuerte ahora, y sé que me quieres. Y yo también te quiero —le susurro.

Arruga la frente porque no son las palabras que esperaba.

—¿Todavía me quieres? —me pregunta.

—Claro que te quiero. Jongin, te querré siempre. No importa lo que me hagas. —¿Es esta seguridad lo que quiere oír?

Deja escapar el aire y cierra los ojos, tapándose la cara con el brazo de nuevo y abrazándome más fuerte.

—No te escondas de mí. —Levanto la mano y le cojo la suya. Después tiro para que aparte el brazo de su cara—. Llevas toda tu vida escondiéndote. No lo hagas ahora, no te escondas de mí. Me mira con incredulidad y frunce el ceño.

—¿Me escondo?

—Sí.

Cambia de postura de repente, se pone de lado y me obliga a moverme para que quede tumbado a su lado sobre la cama. Acerca la mano, me aparta el pelo de la cara y me lo coloca detrás de la oreja.

—Antes me has preguntado si te odiaba. No entendí entonces por qué, pero ahora…

Él se detiene y me mira como si yo fuera un enigma.

—¿Todavía crees que te odio? —pregunto con voz incrédula.

—No —dice negando a la vez con la cabeza—. Ahora no. —Parece aliviado—. Pero necesito saber algo… ¿Por qué has dicho la palabra de seguridad, Lu?

Palidezco. ¿Qué puedo decirle? Que me ha asustado. Que no sabía si iba a parar. Que le supliqué y no paró. Que no quería que las cosas fueran subiendo de intensidad como… como aquella vez en esta misma habitación. Me estremezco al recordar cómo me azotó con el cinturón. Trago saliva.

—Porque… Porque estabas tan enfadado y tan distante y tan… frío. No sabía lo lejos que podías llegar.

Su expresión no revela nada.

—¿Ibas a dejarme llegar al orgasmo? —pregunto con la voz apenas un susurro y siento que me sonrojo, pero le sostengo la mirada.

—No —confiesa por fin.

Maldita sea.

—Eso es… cruel.

Me roza la mejilla suavemente con los nudillos.

—Pero efectivo —murmura. Me mira como si intentara ver mi alma y los ojos se le oscurecen. Después de una eternidad dice—: Me alegro de que lo hicieras.

—¿Ah, sí?

Sus labios forman una sonrisa triste.

—Sí. No quiero hacerte daño. Me dejé llevar. —Se acerca y me da un beso—. Me perdí en el momento.

—Vuelve a besarme—. Me pasa mucho contigo.

¿Oh? Y por alguna extraña razón la idea me gusta… Sonrío. ¿Por qué me hace feliz eso? Él también sonríe.

—No sé por qué sonríe, joven Kim .

—Yo tampoco.

Me envuelve con su cuerpo y apoya la cabeza en mi pecho. Ahora somos una maraña de extremidades desnudas, con vaqueros y seda de la sábana. Le acaricio la espalda con una mano y el pelo con la otra. Suspira y se relaja en mis brazos.

—Eso significa que puedo confiar en ti, en que me detendrás. Nunca he querido hacerte daño —murmura

—. Necesito… —dice, pero se detiene.

—¿Qué necesitas?

—Necesito control, Lu. Igual que te necesito a ti. Solo puedo funcionar así. No puedo dejarme llevar. No puedo. Lo he intentado… Y bueno, contigo… —Sacude la cabeza por la exasperación.

Trago saliva. Ese es el núcleo de nuestro dilema: su necesidad de control y su necesidad de mí. Me niego a creer que son mutuamente excluyentes.

—Yo también te necesito —le susurro, abrazándole más fuerte—. Lo intentaré, Jongin. Intentaré tener más consideración contigo.

—Quiero que me necesites —susurra.

¡Dios!

—¡Pero si te necesito! —digo con mucha pasión. Le necesito tanto… Le quiero tanto.

—Quiero cuidarte.

—Y lo haces. Siempre. Te he echado mucho de menos cuando estabas fuera…

—¿Ah, sí? —Suena sorprendido.

—Sí, claro. Odio que te vayas y me dejes solo.

Noto su sonrisa.

—Podrías haber venido conmigo.

—Jongin, por favor. No resucitemos esa discusión. Quiero trabajar. Suspira y yo le peino suavemente con los dedos.

—Te quiero, Lu.

—Yo también te quiero, Jongin. Siempre te querré.

Y los dos nos quedamos tumbados, disfrutando de la calma tras la tormenta. Y escuchando el latido rítmico de su corazón, me dejo llevar por el sueño, exhausto.

Me despierto sobresaltado y desorientado. ¿Dónde estoy? En el cuarto de juegos. Las luces todavía están encendidas e iluminan tenuemente las paredes rojo sangre. Jongin gime otra vez y me doy cuenta de que eso es lo que me ha despertado.

—No —lloriquea. Está tumbado a mi lado, con la cabeza hacia atrás, los párpados apretados y la cara crispada por la angustia. Maldita sea, está teniendo una pesadilla.

—¡No! —grita.

—Jongin, despierta. —Me incorporo con dificultad, apartando la sábana de una patada. Me pongo de rodillas a su lado, le cojo por los hombros y le sacudo. Se me saltan las lágrimas—. Jongin, por favor, ¡despierta!

Abre los ojos de golpe, grises y salvajes, las pupilas dilatadas por el miedo. Me mira con los ojos vacíos.

—Jongin, era una pesadilla. Estás en casa. Estás seguro. Parpadea, mira a su alrededor muy nervioso y frunce el ceño al ver dónde está. Sus ojos vuelven a encontrarse con los míos.

—Lu —jadea y sin más preámbulos me coge la cara con las dos manos, me acerca a su pecho y me besa con pasión. Su lengua me invade la boca y sabe a desesperación y a necesidad. Sin darme apenas un momento para respirar, rueda sin separar sus labios de los míos hasta quedar encima de mí, apretándome contra el duro colchón de la cama de cuatro postes. Con una de las manos me agarra la mandíbula mientras con la otra me sujeta la cabeza para mantenerme quieto. Me separa las piernas con la rodilla y se recuesta, todavía con los vaqueros puestos, entre mis muslos—. Lu —repite como si no pudiera creerse que estoy allí con él. Me mira durante una fracción de segundo, lo que me da un momento para respirar, pero de nuevo sus labios se fusionan con los míos, saqueándome la boca y quedándose con todo lo que tengo para dar. Gime fuerte y flexiona la cadera para acercarla a la mía. Su erección cubierta por la tela de los vaqueros presiona mi carne suave. Oh… Gimo y toda la tensión sexual reprimida durante los anteriores intentos fallidos resurge con fuerza, llenando mi sistema de deseo y necesidad. Todavía controlado por sus demonios, Jongin me besa con pasión la cara, los ojos, las mejillas y la línea de la mandíbula.

—Estoy aquí —le susurro intentando calmarle mientras nuestros jadeos calientes se mezclan. Me agarro a sus hombros y muevo la pelvis contra la suya para animarle.

—Oh, Lu —jadea con la voz baja y ronca—. Te necesito.

—Yo también te necesito —le susurro con urgencia, con el cuerpo desesperado por sentir su contacto. Le deseo. Le deseo ahora. Quiero curarle. Quiero curarme a mí… lo necesito. Baja la mano y se ocupa de los botones de la bragueta. Los desabrocha en un segundo y libera su erección.

Madre mía. Y eso que hace menos de un minuto estaba dormido…

Se levanta y me mira fijamente durante un segundo, suspendido en el aire sobre mí.

—Sí. Por favor —le pido con la voz ronca y llena de necesidad.

Y con un movimiento rápido entra hasta el fondo de mí.

—¡Ah! —grito, no de dolor, sino de sorpresa por su rapidez.

Gruñe y vuelve a pegar sus labios a los míos mientras me empuja una y otra vez, su lengua poseyéndome con la misma intensidad. Sus movimientos son frenéticos por culpa del miedo, la lujuria, el deseo y… ¿el amor? No lo sé, pero yo voy a su encuentro en todas las embestidas y del vaivén que lleva sobre mi glande, una tras otra, recibiéndole agradecido.

—Lu —dice con dificultad y alcanza el orgasmo con mucha fuerza, derramándose en mi interior, con la cara tensa y el cuerpo rígido antes de caer con todo su peso sobre mí jadeando… y me deja a mí muy cerca… otra vez.

Maldita sea. Esta no es mi noche, definitivamente. Le abrazo y respiro todo lo hondo que puedo, casi retorciéndome por la necesidad debajo de su cuerpo. Sale de mí y me abraza durante unos minutos… demasiados. Finalmente sacude la cabeza y se apoya sobre los codos, quitándome de encima parte de su peso.

Me mira como si me estuviera viendo por primera vez.

—Oh, Lu. Por Dios… —Se acerca y me da un beso tierno.

—¿Estás bien? —le pregunto acariciándole su adorable rostro. Asiente, pero parece agitado y muy asustado. Mi pobre niño perdido. Frunce el ceño y me mira intensamente a los ojos como si acabara de registrar por fin dónde está.

—¿Y tú? —me pregunta con voz preocupada.

—Mmm… —Me retuerzo un poco debajo de él y un segundo después sonríe, una sonrisa lenta y carnal.

—joven Kim, veo que tiene necesidades —murmura. Me da un beso rápido y se baja de la cama.

Se arrodilla en el suelo al borde de la cama y extiende las manos, me coge justo por encima de las rodillas y tira de mí hacia él hasta que mi culo queda justo al borde de la cama.

—Siéntate. —Me esfuerzo para hacerlo y el pelo me rodea como un velo, cayéndome hasta el pecho.

Sus ojos grises no se apartan de los míos mientras me separa las piernas todo lo posible notando mi sexo bien despierto. Yo me apoyo en las manos porque sé muy bien lo que va a hacer. Pero… él solo… mmm…

—Eres tan precioso, Lu —me dice y veo como baja la cabeza cobriza y empieza a subir por mi muslo derecho sin dejar de darme besos.

Todo mi cuerpo y en especial, mi erección se tensan por la anticipación. Levanta la vista para mirarme y advierto que los ojos se le oscurecen detrás de las largas pestañas.

—Mírame —dice y al segundo siguiente noto su boca sobre mi carne.

Oh, Dios mío. Grito y siento que todo el mundo se concentra en el punto donde se unen mis muslos. Joder y es tan erótico mirarle, ver su lengua acariciando lo que parece la parte más sensible de mi cuerpo. No tiene clemencia a la hora de provocarme, excitarme y adorarme. Noto que mi cuerpo se tensa y los brazos empiezan a temblarme por el esfuerzo de mantenerme erguido.

—No… ¡Ah! —Es lo único que puedo decir. Jongin va llevando su mano a mi trasero e introduce lentamente el dedo corazón en mi interior y ya no puedo aguantar más; me dejo caer sobre la cama y disfruto del contacto de su dedo y de su boca por dentro y por fuera de mi cuerpo. Empieza a masajearme ese punto tan dulce de mi interior lenta, suavemente.

Y un segundo después, me atrapa el orgasmo. Exploto gritando su nombre en una rendición incoherente cuando el intenso orgasmo me hace arquearme tanto que me separo de la cama. Creo que llego incluso a ver las estrellas. Es una sensación tan primitiva, tan visceral… Soy vagamente consciente de que me está acariciando el vientre con la nariz y dándome besos suaves. Extiendo la mano y le acaricio el pelo.

—No he acabado contigo todavía —me asegura. Y antes de que me dé tiempo a volver del todo a Seul, planeta tierra, me agarra por las caderas y tira de mí hasta sacarme de la cama, arrastrarme hasta donde él está arrodillado, y colocarme en su regazo sobre su erección que me espera, posicionándolo en mi entrada.

Doy un respingo cuando noto que me llena. Por Dios…

—Oh, nene… —jadea a la vez que me rodea con los brazos y se queda quieto. Me acaricia la cabeza y me besa la cara. Mueve la cadera y noto relámpagos de placer calientes y poderosos que surgen de lo más profundo de mí. Él me agarra del culo y me levanta. Después proyecta su sexo hacia arriba.

—Ah —gimo y siento sus labios sobre los míos otra vez mientras sube y baja muy despacio, oh, tan despacio… arriba y abajo. Le abrazo el cuello y me rindo al ritmo cadencioso. Me dejo llevar a donde quiera que él me lleve. Flexiono los muslos y cabalgo sobre él… Me hace sentir tan bien. Me echo hacia atrás y dejo caer la cabeza. Abro la boca todo lo que puedo en una expresión silenciosa de mi placer y disfruto de esa forma tan dulce que tiene de hacer el amor.

—Lu —dice en un jadeo y se acerca para besarme la garganta. Me agarra con fuerza y sigue entrando y saliendo lentamente, acercándome… cada vez más y más… con ese ritmo tan exquisito; una fuerza carnal fluida. Un placer delicioso irradia desde lo más profundo mientras él me abraza tan íntimamente—. Te quiero, Lu —me susurra al oído con voz baja y ronca y vuelve a levantarme… Arriba y abajo, arriba y abajo. Le rodeo la nuca con una mano y deslizo los dedos entre su pelo.

—Yo también te quiero, Jongin. —Abro los ojos y lo encuentro mirándome y todo lo que veo es su amor que brilla con fuerza en la tenue luz del cuarto de juegos. Parece que su pesadilla ha quedado olvidada.

Y cuando empiezo a sentir que mi cuerpo se está acercando a la liberación, me doy cuenta de que esto es lo que quería: esta conexión, esta demostración de nuestro amor.

—Córrete para mí, nene —me pide en voz muy baja. Cierro los párpados con fuerza y mi cuerpo se tensa al oír el sonido de su voz. Entonces me dejo llevar por el clímax y me corro en una espiral poderosa e intensa.

Él se queda quieto con la frente apoyada contra la mía y susurra mi nombre muy bajito, me abraza y también se abandona al orgasmo.

Me levanta con cuidado y me tumba en la cama. Me quedo tumbado en sus brazos, agotado y al fin satisfecho. Jongin me acaricia el cuello con la nariz.

—¿Mejor ahora? —me pregunta en un susurro.

—Mmm.

—¿Nos vamos a la cama o quieres dormir aquí?

—Mmm.

—joven Kim, hábleme —pide divertido.

—Mmm.

—¿Eso es todo lo que puedes articular?

—Mmm.

—Vamos, te voy a llevar a la cama. No me gusta dormir aquí.

Me muevo a regañadientes y me giro para mirarlo.

—Espera —le digo. Me mira y parpadea, los ojos muy abiertos e inocentes. Se le ve satisfecho—. ¿Estás bien? —le pregunto.

Asiente sonriendo travieso como un adolescente.

—Ahora sí.

—Oh, Jongin. —Frunzo el ceño y le acaricio su preciosa cara—. Te preguntaba por la pesadilla.

Su expresión se tensa un instante y después cierra los ojos y me abraza con más fuerza, escondiendo la cara en mi cuello.

—No —dice en un susurro ronco.

Me da un vuelvo el corazón y yo también le abrazo fuerte y le acaricio la espalda y el pelo.

—Lo siento —digo alarmado por su reacción. Maldita sea, ¿cómo puedo saber cómo va a reaccionar con estos cambios de humor? ¿De qué iba la pesadilla? No quiero causarle más dolor haciéndole revivir los detalles—. No pasa nada —murmuro suavemente, deseando que vuelva a ser el niño juguetón de hace un momento—. No pasa nada —repito tranquilizador.

—Vamos a la cama —me dice en voz baja un momento después.

Se aparta de mí, dejándome vacío y necesitado de su contacto, y se levanta de la cama. Yo también me levanto, envuelto en la sábana de seda, y me agacho para recoger mi ropa.

—Déjala —me dice, y antes de que me dé cuenta me coge en brazos—. No quiero que tropieces con esa sábana y te rompas el cuello. —Le rodeo con los brazos, asombrado de que ya haya recobrado la compostura y le acaricio con la nariz mientras me lleva al dormitorio en el piso de abajo.

Abro los ojos de par en par. Algo no está bien. Jongin no está en la cama, aunque aún es de noche. Miro el despertador y veo que son las tres y veinte de la madrugada. ¿Dónde está Jongin? Entonces oigo el piano.

Salgo rápidamente de la cama, cojo la bata y corro por el pasillo hasta el salón. La melodía que está tocando es muy triste, un lamento acongojado que ya he le oído tocar antes. Me paro en el umbral y le contemplo en medio del círculo de luz mientras la música dolorosamente lastimera llena la habitación. Termina de tocar y vuelve a empezar la misma pieza. ¿Por qué una melodía tan triste? Me abrazo el cuerpo y escucho lo que toca embelesado. Jongin, ¿por qué algo tan triste? ¿Es por mí? ¿Yo te he provocado esto?

Cuando termina y va a empezarla una tercera vez, ya no puedo soportarlo más. No levanta la cabeza cuando me acerco al piano, pero se aparta un poco para que pueda sentarme a su lado en la banqueta. Sigue tocando y yo apoyo mi cabeza en su hombro. Me da un beso en el pelo, pero no deja de tocar hasta que termina l pieza. Le miro y descubro que él también me está mirando cauteloso.

—¿Te he despertado? —me pregunta.

—Me ha despertado que no estuvieras. ¿Cómo se llama esa pieza?

—Es Chopin. Es uno de sus preludios en mi menor. —Jongin se detiene un momento—. Se llama Asfixia…

Estiro el brazo y le cojo la mano.

—Te ha alterado mucho todo esto, ¿eh?

Ríe burlonamente.

—Un gilipollas trastornado ha entrado en mi piso para secuestrar a mi hombre. Él no hace nunca lo que le dicen. Me vuelve loco. Utiliza la palabra de seguridad conmigo. —Cierra los ojos brevemente y cuando vuelve a abrirlos su mirada es dura y salvaje—. Sí, todo esto me tiene un poco alterado.

Le aprieto la mano.

—Lo siento.

Él apoya su frente contra la mía.

—He soñado que estabas muerto —me susurra.

—¿Qué?

—Tirado en el suelo, muy frío, y no te despertabas.

Oh, Cincuenta…

—Oye… Solo ha sido un mal sueño. —Le rodeo la cabeza con las manos. Sus ojos arden cuando le miro y la angustia que hay en ellos es terrible—. Estoy aquí y solo estoy frío cuando no estás conmigo en la cama. Vamos a la cama, por favor. —Le cojo la mano y me pongo de pie. Espero un momento para ver si me sigue.

Por fin se pone de pie también. Lleva solo los pantalones del pijama, de esa forma holgada que hace que tenga unas ganas tremendas de meterle los dedos por debajo de la cinturilla… Pero me resisto y le llevo de nuevo al dormitorio.

Cuando me despierto, Jongin está acurrucado junto a mí, durmiendo plácidamente. Me relajo y disfruto de su calor que me envuelve, piel contra piel. Me quedo muy quieto porque no quiero perturbar su sueño.

Dios, qué noche. Siento como si me hubiera arrollado un tren; el tren de mercancías que es mi marido. Es difícil de creer que el hombre que está tumbado a mi lado y que parece tan sereno y tan joven cuando duerme, era anoche una persona profundamente torturada… y profundamente torturadora por mí. Miro al techo y se me ocurre que siempre he pensado en Jongin como alguien muy fuerte y muy dominante, cuando en realidad es tan frágil, mi pobre niño perdido… Y lo más irónico es que él me ve a mí como alguien frágil (y yo no creo que lo sea). Yo soy fuerte en comparación con él.

Pero ¿tengo suficiente fuerza para los dos? ¿Suficiente para hacer lo que me dice y proporcionarle así un poco de serenidad mental? Suspiro. No me está pidiendo tanto. Repaso nuestra conversación de anoche.

¿Hemos decidido algo aparte de que ambos vamos a intentarlo con más ahínco? Lo importante de todo es que quiero a este hombre y necesito establecer un rumbo que nos sirva a ambos. Uno que me permita mantener mi integridad y mi independencia y a la vez seguir siendo lo que soy para él. Soy su más y él es mío. Decido hacer un esfuerzo especial este fin de semana para no darle ninguna causa de preocupación.

Jongin se revuelve, levanta la cabeza de mi pecho y me mira adormilado.

—Buenos días, señor Kim —le digo sonriendo.

—Buenos días, joven Kim. ¿Ha dormido bien? —Se estira a mi lado.

—Una vez que mi marido dejó de aporrear el piano, sí.

Me dedica esa sonrisa tímida y yo me derrito.

—¿Aporrear? Tengo que escribirle un correo a la señorita Gyu Ri  para decirle eso que me has dicho.

—¿La señorita Gyu Ri?

—Mi profesora de piano.

Suelto una risita.

—Me encanta ese sonido —me dice—. ¿Vamos a ver si hoy tenemos un día mejor?

—Vale —le digo—. ¿Qué quieres hacer?

—Después de hacerle el amor a mi hombre y que él me prepare el desayuno, quiero llevarte a Osaka.

Le miro boquiabierto.

—¿Osaka?

—Sí.

—¿Osaka-Japón?

—El mismo. A menos que lo hayan movido. Después de todo, pagaste veinticuatro mil dólares por la experiencia de pasar un fin de semana allí.

Le sonrío.

—Los pagué, pero era tu dinero.

—Nuestro dinero.

—Era solo tu dinero cuando hice la puja. —Pongo los ojos en blanco.

—Oh, joven Kim. Usted y su manía de poner los ojos en blanco —me susurra mientras su mano recorre mi muslo.

—¿No hacen falta muchas horas para llegar a Japón? —pregunto para distraerle.

—En jet no —dice dulcemente cuando su mano llega a mi culo.

Claro, mi marido tiene un jet, ¿cómo puedo haberlo olvidado? Su mano sigue ascendiendo por mi cuerpo, subiéndome el camisón en su camino, y pronto se me olvida todo.

Sungmin nos lleva en coche hasta la pista de aterrizaje del aeropuerto de Seul y después hasta el sitio justo donde nos espera el jet de Kim Enterprises Holdings, Inc. Es un día gris en Seul, pero me niego a dejar que el tiempo me estropee el buen humor. Jongin también está de mejor humor. Está entusiasmado por algo: se le ve tan ansioso como en Navidad y a punto de explotar, como un niño con un gran secreto. Me pregunto qué habrá preparado. Se le ve risueño con el pelo alborotado, la camiseta blanca y los vaqueros negros. Hoy no parece en absoluto el presidente de la empresa que es. Me coge la mano cuando Sungmin se detiene al pie de la escalerilla del jet.

—Tengo una sorpresa para ti —me susurra y me da un beso en los nudillos.

Le sonrío.

—¿Una sorpresa buena?

—Eso espero. —Me sonríe tiernamente.

Mmm, ¿qué puede ser?

Shindong salta del asiento delantero y me abre la puerta. Sungmin abre la de Jongin y después saca nuestras maletas del maletero. Encontramos a Max al final de la escalerilla cuando entramos al avión. Miro al puente de mando y veo a la primera oficial Kang accionando interruptores en el impresionante panel de mando.

Jongin y Max se dan la mano.

—Buenos días, señor. —Max sonríe.

—Gracias por hacer esto avisándote con tan poca antelación. —Jongin le responde también con una sonrisa—. ¿Han llegado nuestros invitados?

—Sí, señor.

¿Invitados? Me vuelvo y me quedo con la boca abierta. Tae, Minho, Minam y Onew me sonríen desde los asientos color crema. ¡wow! Me vuelvo para mirar a Jongin.

—¡Sorpresa! —exclama.

—¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Quién? —murmuro incoherente, intentando contener el placer y el júbilo que siento.

—Me has dicho que no ves a tus amigos todo lo que querrías. —Se encoge de hombros y me dedica una media sonrisa de disculpa.

—Oh, Jongin, gracias. —Le rodeo el cuello con los brazos y le doy un buen beso delante de todos. Él me pone las manos en las caderas, engancha los pulgares en las trabillas para el cinturón de mis vaqueros y hace el beso más profundo.

Oh, madre mía…

—Sigue así y acabaré arrastrándote al dormitorio —me avisa Jongin.

—No te atreverás —le susurro junto a los labios.

—Oh, Luhan… —Sonríe y niega con la cabeza. Me suelta sin previo aviso, se agacha, me agarra lo muslos y me levanta en el aire para colgarme después de uno de sus hombros.

—¡Jongin, bájame! —le digo dándole un azote en el culo.

Veo la sonrisa de Max un instante antes de que se vuelva para entrar en el puente de mando. Sungmin está de pie en el umbral intentando ocultar su sonrisa. Ignorando mis súplicas y mis forcejeos, Jongin cruza la estrecha cabina pasando junto a Onew y Minam, que están sentados uno frente a otro, y después junto a Tae y Minho, que está chillando como un mono enloquecido.

—Si me disculpáis —dice dirigiéndose a nuestros cuatro invitados—. Tengo que hablar de algo con mi esposo en privado.

—¡Jongin! —grito de nuevo—. ¡Bájame!

—Todo a su tiempo, nene.

Veo un segundo a Minam, Tae y Minho riéndose. ¡Maldición! Esto no es divertido, es embarazoso. Onew nos mira fijamente con la boca abierta y totalmente asombrado mientras desaparecemos por la puerta del dormitorio.

Jongin cierra la puerta detrás de él, me suelta y me baja pegado a su cuerpo lentamente de forma que puedo sentir todos sus músculos y tendones. Me sonríe con esa sonrisa de adolescente, muy orgulloso de sí mismo.

—Menudo espectáculo, señor Kim. —Cruzo los brazos y le miro con fingida indignación.

—Ha sido divertido, joven Kim. —Su sonrisa se amplia. Oh, mi niño. Se le ve tan joven…

—¿Y piensas seguir con esto? —le pregunto arqueando una ceja, no muy seguro de cómo me hace sentir eso; los otros nos van a oír, por todos los santos… De repente me siento tímido. Miro nervioso la cama y siento que me ruborizo al recordar nuestra noche de bodas. Hablamos tanto ayer e hicimos tantas cosas…

Siento como si hubiera superado un obstáculo desconocido. Pero ese es precisamente el problema: que es desconocido. Mis ojos encuentran la intensa pero divertida mirada de Jongin y no soy capaz de mantener la expresión seria. Su sonrisa es demasiado contagiosa.

—Creo que sería muy maleducado dejar a los invitados esperando —me dice dulcemente acercándose a mí. ¿Cuándo ha empezado a importarle lo que piense la gente? Doy un paso atrás y me encuentro con la pared del dormitorio. Me tiene aprisionado y el calor de su cuerpo me mantiene en el sitio. Se inclina y me acaricia la nariz con la suya.

—¿Ha sido una sorpresa buena? —me pregunta con un punto de ansiedad en la voz.

—Oh, Jongin, ha sido fantástica. —Le subo las manos por el pecho, las entrelazo en su nuca y le doy otro beso.

—¿Cuándo has organizado esto? —le pregunto separándome de él y acariciándole el pelo.

—Anoche, cuando no podía dormir. Le escribí correos a Minho y a Minam y aquí están.

—Ha sido muy considerado por tu parte. Gracias. Seguro que nos lo vamos a pasar bien.

—Eso espero. He pensado que sería más fácil evitar a la prensa en Osak que en casa.

¡Los paparazzi! Claro, tiene razón. Si nos hubiéramos quedado en el Escala, tendríamos que estar encerrados. Un estremecimiento me recorre la espalda al recordar los disparos de las cámaras y los fogonazos de los flashes de los fotógrafos que Sungmin ha conseguido esquivar esta mañana.

—Vamos. Será mejor que nos sentemos. Max va a despegar dentro de poco. —Me tiende la mano y los dos volvemos a la cabina.

Minho nos vitorea al entrar.

—Eso sí que es un servicio aéreo rápido —bromea.

Jongin le ignora.

—Señoras y caballeros, por favor, ocupen sus asientos porque en breves momentos vamos a comenzar la maniobra de despegue. —La voz de Max resuena, tranquila y autoritaria, a través de los altavoces de la cabina.

La mujer de pelo castaño (mmm… ¿Lun…?) que nos atendió durante el vuelo en nuestra noche de bodas aparece por el pasillo y recoge las tazas de café vacías. ¡ Luna! Se llama Luna.

—Buenos días, señores Kim —dice con voz melosa. ¿Por qué me hace sentir incómodo? Tal vez sea porque tiene el pelo castaño. Como él mismo ha reconocido, Jongin no suele emplear a chicas castañas porque las encuentra atractivas. Jongin le dedica a Luna una sonrisa educada y se sienta frente a Minho y Minam. Yo le doy un abrazo breve a Tae y a Minam y saludo con la mano a Onew y a Minho antes de sentarme al lado de Jongin y abrocharme el cinturón. Él me pone la mano en la rodilla y me da un apretón cariñoso.

Parece relajado y feliz aunque estamos con gente. Sin darme cuenta me pregunto por qué no puede ser siempre así, nada controlador.

—Espero que hayas metido en la maleta las botas de senderismo —me dice con voz cariñosa.

—¿No vamos a esquiar?

—Puede que eso resulte un poco difícil, dado que estamos en agosto —me explica divertido.

Oh, claro.

—¿Sabes esquiar, Lu? —nos interrumpe Minho.

—No.

Jongin me suelta la rodilla y me coge la mano.

—Seguro que mi hermano pequeño puede enseñarte. —Minho me guiña un ojo—. Es bastante rápido en las pendientes, también.

No puedo evitar sonrojarme. Miro a Jongin, que está mirando a Minho impasible, pero creo que es para no demostrar que le hace gracia. El avión empieza a moverse y se dirige hacia la pista de despegue. Luna nos explica las instrucciones de seguridad del avión con voz clara y resonante. Lleva una bonita camisa azul marino de manga corta, una falda lápiz a juego y el maquillaje impecable. Es muy guapa, sí. Mi subconsciente levanta una ceja perfectamente depilada dirigida a mí.

—¿Estás bien? —me pregunta Tae—. Después de todo el asunto de Kang, quiero decir.

Asiento. No quiero hablar de Kang, ni siquiera pensar en él, pero Tae parece tener otros planes.

—¿Y por qué se volvió majareta? —pregunta yendo directamente al grano con su inimitable estilo. Se aparta el pelo, preparándose para indagar más a fondo. Mirándolo con frialdad, Jongin se encoge de hombros.

—Porque le despedí —dice directamente.

—¿Ah, sí? ¿Y por qué? —Tae  ladea la cabeza y veo que acaba de ponerse en modo señorita Marple.

—Porque me acosó sexualmente e intentó chantajearme —le digo con un hilo de voz. Intento darle una patada a Tae por debajo de la mesa, pero fallo. ¡Mierda!

—¿Cuándo? —me pregunta Tae mirándome fijamente.

—Hace un tiempo.

—No me lo habías contado —me dice ofendido.

Me encojo de hombros a modo de disculpa.

—No puede ser por eso… Su reacción ha sido demasiado extrema —prosigue Tae, pero ahora se dirige a Jongin —. ¿Es mentalmente inestable? ¿Y qué pasa con la información que tenía de los miembros de la familia Kim? —Que esté interrogando a Jongin de esta forma me está poniendo los pelos de punta, pero ya sabe que yo no sé nada y por eso no puede preguntarme a mí. Qué irritante.

—Creemos que hay alguna conexión con Daegu —dice Jongin en voz baja. Demasiado baja.

Oh, no, Tae, por favor, déjalo estar por ahora…

—¿Kang también es de Daegu?

Jongin asiente.

El avión acelera y yo le aprieto la mano a Jongin. Él me mira tranquilizador. Sabe que odio los despegues y los aterrizajes. Me aprieta la mano y me acaricia los nudillos con el pulgar, algo que me calma.

—¿Qué sabes tú de él? —pregunta Minho, ajeno al hecho de que estamos dentro de un pequeño jet, acelerando en la pista y a punto de subir al cielo, e igualmente ajeno a la creciente exasperación que ya le ha creado Tae a Jongin. Tae se inclina hacia delante para escuchar con toda su atención.

—Os cuento esto extraoficialmente… —dice Jongin dirigiéndose directamente a el. La boca de Tae se convierte en una fina línea muy sutil. Yo trago saliva. Oh, mierda—. Sabemos poco sobre él —continúa Jongin—. Su padre murió en una pelea en un bar. Su madre se ahogó en alcohol para olvidar. De pequeño no hizo más que entrar y salir de casas de acogida… Y meterse en problemas. Sobre todo robos de coches. Pasó un tiempo en un centro de menores. Su madre se rehabilitó con un programa de servicios sociales y Kang volvió al buen camino. Al final consiguió una beca para la universidad de seul.

—¿ universidad de seul? —Ha despertado la curiosidad de Tae.

—Sí, es un tío listo. —Jongin se encoje de hombros.

—No será tan listo si le han pillado… —murmura Minho.

—Pero seguro que no ha podido montar esto solo… —aventura Tae.

Noto que Jongin se tensa a mi lado.

—Todavía no sabemos nada —responde en voz muy baja.

Maldita sea. ¿Puede que haya alguien más por ahí colaborando con él? Me giro y miro a Jongin horrorizado. Él me aprieta la mano otra vez, pero no me mira a los ojos. El avión sube con suavidad y empieza a surcar el aire y yo noto esa horrible sensación en el estómago.

—¿Qué edad tiene? —le pregunto a Jongin, acercándome a él para que no nos oiga nadie. Por muchas ganas que tenga de saber lo que está pasando, no quiero animar a Tae a que siga haciendo preguntas porque sé que eso está poniendo nervioso a Jongin. Además sé que él no le tiene mucha simpatía desde la noche que me arrastró al bar a tomar cócteles.

—Treinta y dos, ¿por qué?

—Curiosidad, nada más.

Veo tensión en la mandíbula de Jongin.

—No quiero que tengas curiosidad por Kang. Solo alégrate de que esté encerrado. —Es casi una reprimenda, pero decido ignorar su tono.

—¿Crees que le estaba ayudando alguien? —La idea de que puede haber alguien más implicado me asusta. Significaría que esto no ha terminado.

—No lo sé —responde Jongin y vuelvo a ver esa tensión en su mandíbula.

—Tal vez sea alguien que tenga algo contra ti —le sugiero. Demonios, espero que no sea la bruja—.

Como Bom, por ejemplo —continúo en un susurro. Me doy cuenta de que he dicho su nombre un poco más alto, pero solo lo ha podido oír él; tras mirar nerviosamente a Tae, compruebo que está enfrascado en una conversación con Minho, que parece enfadado con él. Mmm…

—Estás deseando demonizarla, ¿eh? —Jongin pone los ojos en blanco y niega con la cabeza disgustado—. Es cierto que tiene algo contra mí, pero ella no haría algo así. —Me atraviesa con su mirada fija y gris—.Y será mejor que no hablemos de ella. Sé que no es tu tema de conversación favorito.

—¿Te has visto cara a cara con ella? —vuelvo a susurrarle, pero no estoy seguro de querer saberlo.

—Lu, no he hablado con ella desde mi cumpleaños. Por favor, déjalo ya. No quiero hablar de ella. —Me coge la mano y me roza los nudillos con los labios. Sus ojos echan chispas, fijos en los míos, y veo que es mal momento para seguir con este tipo de preguntas.

—Buscaos una habitación, chicos —bromea Minho—. Oh, es verdad, si ya la tenéis. Pero Jongin no la ha necesitado hasta ahora.

Jongin levanta la vista y fulmina a Minho con una mirada gélida.

—Que te den, Minho —le responde sin acritud.

—Tío, solo cuento las cosas como son. —Los ojos de Minho brillan divertidos.

—Como si tú pudieras saberlo —murmura Jongin irónicamente, arqueando una ceja.

Minho sonríe, disfrutando del intercambio de bromas.

—Pero si te has casado con tu primer novio… —dice señalándome.

Oh, mierda. ¿Adónde quiere ir a parar con esto? Me sonrojo.

—¿Y te parece raro, viéndolo? —continúa Jongin dándome otro beso en la mano.

—No —ríe Minho y niega con la cabeza.

Me ruborizo más aún y Tae le da a Minho un manotazo en el muslo.

—Deja de ser tan gilipollas —le regaña.

—Escucha a tu chico —le dice Jongin a Minho sonriendo. Parece que su turbación de antes ha desaparecido.

Se me destaponan los oídos cuando ganamos altitud y la tensión de la cabina se disipa cuando el avión se nivela. Tae mira a Minho con el ceño fruncido. Mmm… ¿Les pasa algo? No estoy seguro.

Minho tiene razón, de todas formas. Me río para mí por la ironía. Es verdad que soy la primer pareja de Jongin y que ahora soy su hombre. Los quince anteriores y la maldita señora Park… bueno, no cuentan. Pero es obvio que Minho no sabe nada de ellos y que Tae no se lo ha contado. Le sonrío y él me guiña el ojo cómplice. Mis secretos están a salvo con Tae.

—Bien, señorita y caballeros, vamos a volar a una altitud de unos diez mil metros aproximadamente y el tiempo estimado de duración de nuestro vuelo es de una hora y cincuenta y seis minutos —anuncia Max—. Ahora ya pueden moverse libremente por la cabina, si lo desean.

Luna sale inmediatamente de la cocina.

—¿Alguien quiere un café? —pregunta.

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